AGRO INGRESO SEGURO (AIS), EL megaproyecto financiero de ricos para ricos con plata de pobres también es inseparable de los monocultivos industriales de palma aceitera.
Los de Dinamarca y Surimena en el Meta pertenecen a una de las fábricas de azúcar más grandes del país, Manuelita, S.A., y no debe extrañar que sea así, porque caña y palma son los puntales de los agrocombustibles uribistas. En las “palmeras” que menciono, la mayoría de quienes derriban los racimos de corozos aceiteros son obreros negros, quienes hace veinte años comenzaron a llegar desde el norte del Cauca, donde los cañaduzales completaron la tarea de arrinconar y aniquilar a un campesinado que nunca formó parte de las prioridades de nuestro Estado y tenía pequeños policultivos de frutales, café y —en otras épocas— cacao. Hablo de esa zona que durante los últimos 24 meses sí ha figurado en los noticieros ya sea por las huelgas de los corteros de caña o por las protestas de la gente de Villarrica debido a que la caña para hacer el alcohol carburante absorbe el agua de consumo humano.
Los empresarios se valen de los más modernos procedimientos genéticos y agronómicos para cultivar la tierra, pero de los más antiguos sistemas de explotación laboral para cosechar sus productos, arguyendo que dizque ofrecen un salario superior al promedio agrario. César Traslaviña y Adrian Valero, estudiantes de antropología de la Nacional, hallaron que en esas veredas pertenecientes a Acacías y a San Carlos de Guaroa a esos hombres los albergan en campamentos similares a los barracones descritos por historiadores que han estudiado las plantaciones azucareras esclavistas que se extendieron por el Caribe insular durante los siglos XVIII y XIX. Tan sólo en los últimos años ellos han llevado a sus mujeres desde el Cauca hasta esos y otros municipios de la Orinoquia. La concepción de que el cuerpo negro es el apropiado para esas jornadas de 12 horas agobiantes bajo soles caniculares es fundamental para coadyuvar en esos movimientos de poblaciones. Ya me he referido al estereotipo colonial, aferrado desde finales del siglo XVIII, cuando Edward Long, un dueño de plantación jamaiquina le dio estatus científico y lo complementó con otras formas de subhumanización, como la incapacidad del raciocinio abstracto y la resistencia al dolor. No obstante, ese cuerpo trasladado desde una plantación a la otra no es tan invulnerable como dice el estereotipo y su espina dorsal sufre lesiones frecuentes y graves debido a la altura de las palmeras y la dificultad para maniobrar los instrumentos para derribar cada racimo. Las investigaciones de Traslaviña y Valero mostrarán si los trabajadores damnificados enfrentan ya sea la inestabilidad laboral o el vía crucis que les impone un sistema de salud conocido por evadir responsabilidades. Sin embargo, desde esta columna la pregunta ineludible tendría que ver con lo que podría ser este país en el caso de que algún gobierno llegara a introducir un tipo de agro ingreso seguro para campesinos productores de comida, de modo que no se vuelvan peones de espaldas deshechas.
* Grupo de Estudios Afrocolombianos Universidad Nacional de Colombia