Canaletes y ecoceno

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Jaime Arocha
13 de febrero de 2018 - 02:00 a. m.
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“Señora Juana María la que vive en el Popete, póngale cuidado a su hija que ya ronca canalete” es la primera estrofa de la canción que interpreta el ensamble Naidy. La puse para ilustrar mi visión sobre el Afropacífico ante estudiantes inscritos en la Cátedra Jorge Eliécer Gaitán de la Universidad Nacional. Expliqué que el canto se refería a una niña que comenzaba a coquetearles a los muchachos a quienes encontraba en las vueltas del río, y que lo hacía pegando el remo a la popa. Como la corriente lo hacía vibrar contra el flanco de la canoa, obtenía el ronquido o esa especie de clave morse del amor. Agua, madera y maestría para bogar por el río Guapi le daban sentido a los sentimientos humanos.

Quise ofrecer otra ilustración de la fraternización de la gente negra con su región, valiéndome de la trovadora quibdoseña Zully Murillo:

“…Esta noche lluviosa/¡Ay! Va a nacer el hijo mío/Alistáte Leázar que a vos te toca remar/Llamen al señó Atanasio/que es el mejor palanquero/Denle la mejor champá… Ya tomé agua e nacedero/Con un poquito e brevo/Y también un bebedizo/De aceite e raya y chirrincho… Se rompió la fuente ya… Dános tu ayuda, Señor mío… Rayo del cielo alumbrá…/El niño naciendo está”.

Aclaré que el palanquero iba en la popa metiendo hasta el fondo de la corriente una vara larga, delgada y fuerte para impulsar la champa o canoa. Que el nacedero podía ser una fuente de agua o un árbol, como el brevo, y que a la infusión de ambos para facilitar el parto la habían reforzado hasta con aguardiente destilado en alambique artesanal. Además se deducía que la parturienta no sólo pertenecía a río y selva, sino al dios católico y al del rayo del cielo, el oricha Changó.

En su muy citado libro “Homo deus, breve historia del mañana”, Yuval Noah Harari recuerda que esas personas entretejidas con la naturaleza son “animistas”. Las reemplazaron los monoteístas, convencidos de haber sido creados a imagen y semejanza de un dios único, quienes se pusieron por encima de los demás seres vivientes, extinguiendo a buena parte de ellos e iniciando la debacle ambiental que caracteriza a la era del Antropoceno. De ahí la reivindicación de quienes concibieron a los reinos mineral, vegetal y animal como poseedores de almas que merecían respeto y veneración.

Harari habla de la preponderancia mundial de la gente “weird”White, educated, industrialized, rich and democratic, blanca, educada, industrializada, rica y democrática—, a partir del surgimiento del humanismo y el dataismo, consistente en el actual culto a los algoritmos. Su obra excluye espacios planetarios como el nuestro aún poblado por animistas. Sin embargo, en las últimas semanas ha crecido el asesinato y persecución de líderes étnicos. A la lógica indignación por la violación de los derechos de ellos, como el de la restitución territorial, debería sumársele la del triturado de sus códigos de pensamiento y acción. Son relevantes para consolidar un Ecoceno que amortigüe las tragedias ambientales debidas al Antropoceno.

* Miembro fundador del Grupo de Estudios afrocolombianos, Universidad Nacional.

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