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PESE A QUE POR AÑOS DECENAS DE sus animales se hayan extinguido, la gente Maxakali de Mina Gerais (Brasil) sigue cantándole al Espíritu-Pueblo-Murciélago para que propicie su retorno y mantenga viva la memoria territorial.
El libro que publicó Rosângela Tugny con los respectivos cantos también contiene bellísimas ilustraciones que hicieron piachés y mujeres sobre los seres extinguidos. Lo recibí de su autora durante el “Encuentro de Saberes” que el antropólogo José Jorge de Carvalho propició en la Universidad de Brasilia, como parte del proyecto para que chamanes, chamanesas, médicos raiceros, parteras y “mestres” de congadas, entre otros sabios y sabias de los pueblos étnicos de América Latina formen parte del profesorado universitario. Vienen años de debate para que los egresados de las grandes academias acepten como colegas a quienes se valen de la tradición oral y no de la escritura para comunicar su saber, y además, portan una espiritualidad superior porque sacraliza a la naturaleza y se obstina en hacerse pública mediante protestas reiteradas contra los ecocidios de selvas, páramos, ríos, esteros y humedales. La hegemonía justifica tales oprobios por la supuesta necesidad de hacer hidroeléctricas, llegar a las entrañas de la tierra en busca de oro y petróleo, o de imponer plantaciones monótonas de soya, caña y palma.
La defensa paradigmática de la Tierra reverenciada como Madre fue una de las causas de las protestas indígenas del pasado 25 de junio en Otavalo (Ecuador), mientras tenía lugar la cumbre del Alba con la participación de los presidentes Rafael Correa, Hugo Chávez y Evo Morales. Como si hubiera sido aquí, donde el poder siempre marcartiza a esas manifestaciones, allá la policía arremetía con sus bolillos y gases lacrimógenos, hasta que, despavoridos, los caballos que también acorralaban a los manifestantes se desbocaron, tumbando o llevándose en rastras a los jinetes uniformados. Parte de los manifestantes arrestados explicarían que dos compañeros del Amazonas decidieron contraatacar blandiendo al aire las culebras que habían llevado. En el “Encuentro” mencionado, Luis Fernando Sarango, rector de la Universidad Intercultural de las Nacionalidades y Pueblos Indígenas Amawtay Wasi, se preguntaba si esos animales comenzarían a reforzar el arsenal heterodoxo al cual siempre han apelado las luchas indígenas. Sonriente, María Luisa Duarte, guaraní de la Secretaría de Asuntos Indígenas del Estado de Paraguay, replicó explicando que allá ellos ya habían perfeccionado la estrategia para aterrorizar a los caballos represores: marchar ungidos con aceite de culebra.
Se dice que en Colombia la posesión presidencial será en el territorio sagrado de los indígenas Cogui de la Sierra Nevada de Santa Marta. El que ese acto no pase a la historia como una profanación demagógica e hipócrita dependerá de las políticas públicas para salvaguardar a los pueblos étnicos y a sus territorios de la arremetida ya iniciada por las multinacionales de la minería del oro y el petróleo. De mantenerse el destierro violento de hoy, poco será el aceite de culebra necesario para espantar a los caballos hegemónicos y muchos los cantos requeridos para que los espíritus ancestrales propicien el retorno de aguas, árboles, peces, aves y gente.
*Grupo de Estudios Afrocolombianos.Universidad Nacional.
