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Chirimías y modernización

Jaime Arocha

22 de diciembre de 2014 - 07:45 p. m.

El 13 de diciembre, a las 10 p.m., hacíamos fila para entrar a un bar rodeado de universidades.

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Allí se presentarían conjuntos musicales participantes en el último Festival Petronio Álvarez de Música del Pacífico. El concierto comenzó con un grupo de chirimía chocoana. Idealizando selvas, ríos, atardeceres y mujeres bellas, las letras de las canciones eran una manera de resistirse al destierro. Sin embargo, a la clientela no le interesaban esas enumeraciones nostálgicas, sino brincar con frenesí. Por eso a los amplificadores les subían el volumen hasta distorsionar el sonido de los clarinetes, y las cantantes desafinaban tratando de no dejarse callar por la percusión.

A la mañana siguiente leía la tesis del profesor James Robinson en el sentido de que la modernización será posible cuando el Estado deje de priorizar reformas para el campo y los campesinos, y más bien se concentre en una educación apropiada para la vida urbana. Aun impactado por las escenas del bar, pensé que más bien el modelo que ese académico plantea para el futuro nos rige desde los años de 1990, y quizá nos siga rigiendo si se tiene en cuenta la negativa del presidente Santos a alterarlo, como se los ha hecho saber a las Farc desde hace más de dos años.

Currulao, juga, champeta y mapalé ya son opciones urbanas para gente negra desterrada por los capitalistas en quienes Robinson cifra el porvenir. Los músicos se valen de la internet para educarse e involucrarse en el emprendimiento. Gracias a las redes sociales amplían sus audiencias, y hacen presentaciones en México o Estados Unidos.

En carne propia, desde que eran niños, esos intérpretes experimentan la celeridad con la cual el Estado apoya a los empresarios modernizadores. Día a día constatan cómo a esos capitalistas las FF.AA. les garantizan plena autonomía para administrar a su antojo las que pronto se institucionalizarán como “zonas de interés para el desarrollo rural y económico”.

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Al otro lado están los sistemas ancestrales agromineros, dentro de los cuales esos músicos se formaron. Ni forman parte de los planes de desarrollo y defensa militar, ni aparecen en la mira de la investigación científica para hacerlos más competitivos, sin poner en riesgo la sostenibilidad ambiental de la cual han dado muestras. Quizás otra alternativa de modernización podría consistir en aplicar ciencia, tecnología y educación a pequeñas propiedades, cuya productividad es más alta que la de la gran propiedad, según la crítica a la propuesta de Robinson que han hecho Julio Berdegué y José Antonio Ocampo.

Nota: El municipio de Suárez volvió a ser noticia porque en el cerro de La Teta, al parecer, 80 personas habrían quedado sepultadas por el colapso de una mina de oro. Organizaciones de comunidades negras han tratado de documentar la tragedia, pero han sido hostilizadas por los grupos armados que protegen la maquinaria. Así queda en entredicho la voluntad estatal para expulsar las retroexcavadoras y hacer cumplir los acuerdos con las mujeres que marcharon desde La Toma y se declararon en asamblea permanente dentro de la casa de La Giralda, del Ministerio del Interior. Tan grave como la tragedia puede ser el silencio que han guardado los medios.

 

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