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Conversaciones entre antagonistas

Jaime Arocha
31 de diciembre de 2024 - 05:05 a. m.
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“Invitamos a líderes políticos de diversas orillas y a nuestros columnistas a reconocer algo valioso en aquellos con quienes usualmente están en desacuerdo e, incluso, en confrontación. (...) En la política se combaten ideas, no personas”. Editorial El Espectador (22-12-2024)

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Con la idea de contribuir a la convivencia, El Espectador ha invitado a sus lectores para que escriban sobre aquellas cualidades que identifican en sus antagonistas. Desde el 22 de diciembre, quienes han respondido al reto han privilegiado figuras políticas. Me referiré a un amigo, quien no se mueve en esos escenarios y con quien completo casi diez años de distancia y poco diálogo. Lo conocí a las pocas semanas de haberme mudado a la vereda que me aloja desde 1997. Supimos que ocupábamos orillas ideológicas opuestas. Él, conservador doctrinario, inmerso en la devoción mariana, lector insaciable, recitador memorioso y de humor chispeante. Nos involucramos en el manejo del acueducto veredal del cual han dependido nuestras casas. Propusimos la reforestación de la ronda de la quebrada. Nos opusimos al clientelismo que había primado a la hora de asignar puntos de agua, y era usual que, transcurridas las asambleas, consideráramos cómo lidiar hacia el futuro ya fuera con quienes sostenían que las escaseces se resolvían con rogativas a San Isidro o con aquellos asociados de mucha plata, quienes nos trataban como sus sirvientes. En una ocasión, despejada la agenda del agua, surgió la de la paz. La habíamos abordado en otras ocasiones, pero esa vez él manifestó su desacuerdo con una de las primeras sentencias contra el coronel Luis Alfonso Plazas Vega por la desaparición de doce víctimas de la retoma del Palacio de Justicia en noviembre de 1985. Lo contradije. Consideré que la sentencia era justa, que el militar se había excedido en el uso de la fuerza y que había debido ser intolerante con la tortura. Para él no solo lo que yo exponía era falso, sino que alegó que le constaba la integridad moral del coronel por la devoción con la cual lo veía recibir la santa comunión. Le pregunté si Plazas Vega obraría como los paras que le encomiendan a la virgen el éxito para sus faenas de muerte. De ahí en adelante, el atrincheramiento sustituyó la charla. Una despedida gélida evidenció el desvalijamiento de nuestro vínculo.

Pensando en maneras de zanjar esa clase de heridas, recordé cómo en su libro Nexus, Yuval Harari vuelve a insistir en que el aglutinante de los grupos sociales consiste en narraciones más que todo fantásticas sobre orígenes, héroes y hazañas. Él resalta que, debido al adoctrinamiento recibido a lo largo de los años, de esos relatos sobresale una empaquetadura emocional cuya explosividad la aproxima al instinto. El dominio racional de esas explosiones pasionales podría surgir al tomar conciencia de que aquella emotividad es de difícil acceso y desarme por hallarse sumergida en lo más profundo del alma. Ponerla a flote se logra con terapia de pareja. Difícil imaginar algo así para sanar desencuentros entre amigos, y mucho más para superar la dolencia social del anti-diálogo. Ante tal dificultad, quizás una mina de alternativas a favor de conversaciones entre antagonistas pueda consistir en el análisis de las respuestas de los lectores al reto que El Espectador les lanzó con ocasión de la navidad de 2024.

* Doctor en antropología cultural, miembro fundador, Grupo de Estudios Afrocolombianos, Universidad Nacional

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LUIS(60292)01 de enero de 2025 - 10:06 p. m.
El libro de Harari es muy convincente sobre la utilización de la información y los relatos por parte de los líderes, para formar grupos antagónicos y lograr el poder, por la verdad o por la mentiras
Pedro(77910)01 de enero de 2025 - 07:38 p. m.
Ambos igual de retrogrados
Ruth(zjzpi)01 de enero de 2025 - 02:31 p. m.
Muy buena columna.
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