Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Ya se puede consultar el informe de Amnistía Internacional (AI) titulado “Es como si fuéramos seres infrahumanos”: el genocidio de Israel contra la población palestina de Gaza. Comprueba que se han cumplido las cinco causales que contempla la Convención sobre el Genocidio de 1948. De los muy abundantes fundamentos para llegar a su conclusión, destaco el “…material disponible públicamente sobre la demanda interpuesta por Sudáfrica contra Israel ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) por genocidio”; “…datos publicados por organismos de la ONU y organizaciones humanitarias con actividades en Gaza”, además de observaciones sobre el terreno, 212 entrevistas a testigos o víctimas de las atrocidades, videos y grabaciones subidas a las redes, tanto sobre la forma como las más altas autoridades israelíes animalizan al pueblo palestino, como acerca del regocijo del cual hacen alarde los militares, una vez constatan los efectos de las ráfagas que han disparado o las explosiones que han causado, sin que manifiesten empatía alguna por quienes han sido destrozados por los proyectiles. No fue posible el diálogo con autoridades israelíes, pese a las peticiones de Amnistía.
El informe evalúa el “sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física total o parcial” (art. IIc de la Convención sobre el Genocidio). Ese sometimiento también incluye el daño cultural. Entre el 7 de octubre de 2023 y marzo de 2024, el ejército israelí ya había arrasado en Gaza con el 63 % del patrimonio material palestino, incluyendo yacimientos arqueológicos, 100 mezquitas, 21 cementerios y 10 universidades. En adición a lo bombardeado desde el aire, está lo demolido en tierra con cargas explosivas manuales, buldóceres y retroexcavadoras, evidencia de que ese daño cultural no ha sido colateral, sino consciente y deliberado. Aunque AI no lo afirma, la Corte Interamericana de Derechos Humanos sí sugiere que tal daño —por sus profundas repercusiones emocionales e identitarias— compromete la resurrección de un pueblo que le hace frente al riesgo de desaparecer. En el caso de Gaza, los patrimonios demolidos no solo consisten en hitos de memoria colectiva, sino en espacios a los cuales acudir para hallar consuelo por abuelos y abuelas sepultados bajo las ruinas que dejan bombas de 110 o 900 kilogramos, las cuales, además, convierten los brazos y piernas de niños y niñas en muñones que tienen que ser amputados dentro de hospitales destrozados, sin agua ni electricidad, los cuales, por si fuera poco, carecen de la anestesia represada en retenes donde los soldados eternizan las requisas a los camiones con ayuda humanitaria, medicinas, combustibles y alimentos. Difícilmente esas construcciones en ruinas pueden albergar a otros sanadores mentales, como psicólogas y psiquiatras, entre un personal médico que, además, es asesinado a ciencia y conciencia, como lo demostró Democracy Now con su reporte del 12 de diciembre sobre el doctor Saeed Judah, ortopedista jubilado, quien se reincorporó al servicio hospitalario dada la crisis humanitaria, y a quien dio de baja el francotirador que lo tenía en su mira.
A esa estructura de extinción la apuntala el apartheid que, por decenios, Israel le ha impuesto a Palestina. Se trata de un ejercicio sistemático de racismo, el cual, infortunadamente, tiene evidentes probabilidades de afianzarse con la administración trumpista. Además de las candidaturas a secretario de Defensa o fiscal general, los republicanos han elegido a Brian Mass como líder del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes. Él no solo ha opinado que todos los palestinos son nazis y cómplices de terrorismo, sino que urge la total destrucción de la infraestructura gazatí (Democracy Now, diciembre 11 de 2024).
Yo nunca había despedido un año con tal sensación de impotencia. ¿2025 nos traerá un milagro?
*Sin que deje de pensar en nuestros amigos que están en Cisjordania, ellos saben por qué no los nombro.
**Miembro fundador, Grupo de Estudios Afrocolombianos, Universidad Nacional.
