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Hace 20 años conocí a Jeiffer Rentería, Don Popo.
Comenzaba su industria de confecciones de moda hip hop y estaba a punto de viajar a Amsterdam, donde se destacó como hiphopero al punto de haber sido reconocido como héroe de la ciudad en 2006 (http://bit.ly/1rvSPNA). Entonces, me habló de que en su natal Condoto los de su familia se apodaban Popo. En el Afropacífico los padres optan por el mote de sus hijos antes de bautizarlos. De esa manera mapean una identidad adornada con cualidades que jamás se asociarían con el nombre de pila.
Sin embargo, ¿por qué a lo largo de los años un linaje familiar se empeña en afiliarse con una designación negativa? Sugerí que de esa manera mantenía la memoria sobre su ascendencia africana. Según el historiador Robin Law, el reino de Allada o Arda se consolidó a comienzos del siglo XVIII, a partir de legados de las dinastías reales de Gran Popo, Tadó, y Ouidah en las actuales repúblicas de Togo y Benín (África occidental). Por su parte, Rodrigo Popo recuerda que, hacia 1607, el jesuita Alonso de Sandoval mencionó a los popoes como pobladores de la desembocadura del río Volta; documenta que son los mismos Xwala y objeta que la Real Academia de la Lengua persista en no privilegiar la acepción positiva (http://bit.ly/1FDCP6x). De paso, esta narrativa contradice a quienes aseguran que el nombre de la ciudad chocoana de Tadó es embera.
Me pregunto por el papel que una genealogía tan ilustre pueda desempeñar cuando Don Popo vuelva a solicitar admisión en el “Executive MBA” de la Universidad de los Andes. No hace mucho trató de ingresar a esa maestría; cumplió con los requisitos de ser mayor de 35 con pregrado, haber completado cinco años como empresario y tener ¡los cien millones de pesos para la matrícula! No obstante, le comunicaron que él “no aseguraba los propósitos centrales del programa” (http://bit.ly/1iWSbZZ).
¿Sería por la disquera que fundó y entre cuyos artistas está Choc Quib Town? ¿O por una empresa que se vale del hip hop y del rap para denunciar y combatir el desplazamiento forzado o los efectos de las minas antipersona, entre otros infortunios a resolverse dentro del posconflicto que por fortuna y de manera inevitable se aproxima? (www.ayara.org).
Leí otras columnas de Don Popo. Parecen menos escritas que habladas, con los modismos de la gente negra del Chocó. Dejan ver el nomadismo atlántico de su autor, su optimismo irrefutable y total tenacidad a favor de su autonomía, características que por años uno lleva observándoles a las personas afro. Explican cómo han enfrentado la violencia del racismo ejercido contra ellas. Es así como le han sacado partido a esa desventura neoliberal que convirtió a la cultura en marca de fábrica y mercancía. Combaten el destierro creando en Bogotá o Medellín y Cali ventas ambulantes de fruta; salones para trenzados y peinados afro o para hacer cortes de pelo con estrellitas o figuras geométricas; pescaderías que ofrecen encocaos triples de toyo, piangua y camarón; arco iris musicales que van de la salsa, al rap y a la champeta; fábricas de ropas amplias o ajustadas de colores que les quitan el gris a los cielos sabaneros. Con todo, ojalá este etnoboom ni excuse, ni oculte la perversidad de la desposesión territorial.
* Grupo de Estudios Afrocolombianos, Universidad Nacional de Colombia.
