Según el Espectador, "el presidente Juan Manuel Santos… está a la espera de que los estudiantes designen a sus voceros, para iniciar la discusión de la reforma a la educación superior".
A las organizaciones de los pueblos afrodescendientes les corresponde vincularse a ese proceso e incluir el proyecto de cuotas que desde hace tres años el ‘Colectivo de Estudiantes Universitari@s Afrocolombian@s’ promueve para aumentar la admisión de estudiantes negros, afrocolombianos, palenqueros y raizales en la universidad pública. En Brasil, esa política estatal sobrepasó la de las cuotas estudiantiles y ya avanza hacia la de plantas universitarias que incluyan cada vez más docentes afrobrasileños y padres y madres de santo de la religión de los orichas, médicas raiceras, parteras, maestros de danza y canto, entre aquellos sabios ancestrales que hace un año confluyeron con sus contrapartes indígenas en el Encuentro de Saberes que promovió el antropólogo José Jorge de Carvalho. Él sigue buscando reformas radicales en los programas de estudio de la Universidad de Brasilia, pionera en la política de admisión por cuotas de gente indígena y negra.
Esa vinculación también deberá hacerse en función de la Cátedra de Estudios Afrocolombianos que la ley 70 de 1993 instituyó para los niveles de primaria y secundaria del sistema de educación pública. Infortunadamente, ese instrumento para reducir el racismo contra la gente de ascendencia africana ha recibido un apoyo estatal heterogéneo y atomizado que en muchos casos se circunscribe a danzas de mapalé y currualo con ocasión del Día de la Afrocolombianidad (21 de mayo) y el Día de la Diversidad (12 de octubre). No es posible reseñar aquí los esfuerzos individuales y de redes de docentes para impulsar modelos transversales que saquen a la cátedra de esa absurda marginalidad que comparte con otras dos fundamentales para la formación ciudadana: género y derechos humanos.
Ya es hora de involucrarla con la educación superior pública y que la reforma llegue a permitir que una universidad como la del Pacífico instituya un gran programa de ciencia, tecnología y formación doctoral internacionalizado que aborde tópicos como el de los sistemas ancestrales de producción. Por basarse en la socola sin talas indiscriminadas, tienen un bajo impacto sobre el bosque húmedo tropical y gracias al policultivo de cereales, frutas, y tubérculos contribuyen a la sostenibilidad ambiental. Urge consolidarlos dentro de las nuevas economías de servicios ambientales e hídricos. Esa opción mitigaría la orfandad a la cual los somete el Plan Nacional de Desarrollo Prosperidad para Todos y de la cual depende la poca credibilidad que expresa la gente de ascendencia africana frente a la reparación de sus víctimas y la restitución de sus territorios colectivos.
Semejante ideal requerirá que la reforma incorpore lecciones como las que ofrece Finlandia, una nación que dentro de plazos más bien breves, comenzó a descollar en la economía mundial. Su éxito ha dependido de la financiación estatal de todo el sistema universitario, con énfasis en la investigación científica, así como en la dignificación de la profesión docente desde el preescolar hasta los institutos que forman doctores.
