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Extractivismo y educación

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Jaime Arocha
15 de abril de 2014 - 02:51 a. m.
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La maestra Stella Escobar hace parte de los muchos docentes de ascendencia africana que enseñan en Bogotá.

Trabaja en la Institución Educativa Altamira suroriental, donde les ha propuesto a sus estudiantes hacer agricultura urbana replicando modelos del litoral Pacífico, como el de las zoteas, aquellas plataformas que hacen las mujeres para montarles canoas viejas u ollas en desuso rellenas con tierra de hormiguero. Como en esa agricultura femenina sobresalen las plantas medicinales, la profe Stella recalca cómo los poderes curativos de hojas, tallos y raíces evitan depender de los productos de las farmacéuticas multinacionales. Incluso, ha buscado inspiración en las tradiciones agrícolas de la gente Igbo o Carabalí de Nigeria, considerando que al final de la trata miembros de esa etnonación fueron preponderantes en la Nueva Granada.

Como Stella, otros afrocolombianos innovan la docencia inspirándose en sus legados socioculturales y en los aprendizajes metropolitanos. Hoy, quienes fueron estudiantes de ellos y ellas han ingresado a universidades publicas donde difunden las lecciones recibidas. De esa manera contribuyen a ampliar el espectro de las variaciones socioculturales colombianas. Sin embargo, las muy nombradas pruebas Pisa no miden los efectos positivos de disidencias culturales como la de Stella ni incorporan en las evaluaciones de lectura, matemáticas y ciencias naturales hechos relacionados con la vida en selvas tropicales y sabanas inundables, entre otros accidentes que caracterizan a las Afrocolombias. Nos damos látigo por la manera como nos castigan índices tan eurocéntricos como el del status sociocultural, que entre otras variables contempla las posesiones hogareñas relativas a culturas que denomina “clásicas”. Sin embargo, aceptamos con docilidad que esa noción de lo clásico sólo se refiera a herencias griegas y romanas.

Tal eurocentrismo también permea el estudio “Tras la excelencia académica, Cómo mejorar la calidad de la educación de todos los colombianos”. Lo auspició la Fundación Compartir convocando a economistas de las universidades de los Andes, Rosario y Southern California, sin contar con nadie de nuestras universidades pedagógicas públicas. Reduce las biodiversidades a “ventajas geográficas” y “riqueza natural”, dentro de una noción de progreso con tufillo de extractivismo. La revolución que propone gira alrededor de los docentes en cuanto a su “i) formación previa al servicio, ii) selección, iii) retención y promoción, iv) evaluación para el mejoramiento continuo, v) formación en servicio y vi) remuneración”, variables cuya intervención esos investigadores estudiaron en Singapur, Corea del Sur, Canadá y Finlandia. Fue fundamental que en 2009 los estudiantes de esos países hubieran obtenido los puntajes más altos en las pruebas Pisa. No obstante su irrelevancia para la realidad cultural del país, es posible que las propuestas de la Fundación Compartir guíen las políticas educativas de futuros presidentes. Enrique Peñalosa escogió como fórmula vicepresidencial a Isabel Segovia Ospina, gerente de la Fundación Compartir y protagonista del estudio mencionado. Si el candidato verde opta por un proyecto tecnocrático insensible con nuestra diversidad étnica, ¿qué nos esperará con los otros opcionados por las encuestas?

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