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Francia

Jaime Arocha

26 de febrero de 2018 - 09:00 p. m.

En el Externado, mi seminario de antropología especial enfoca el libro Homo Deus de Yuval Noah Harari. Los estudiantes se han referido al surgimiento de las religiones humanistas en reemplazo de las monoteístas. Explicaron que el culto de la liberal consiste en la experiencia individual; el de la socialista, partido y sindicato, y el de la evolutiva, la supremacía racial blanca nacida de la lucha por la supervivencia del más apto. Hablaron de cómo las dos últimas habían arrinconado a la primera entre 1940 y 1970, así como de su resurrección por el ensanche del arsenal atómico norteamericano. Consideraron que —para Europa y los Estados Unidos— el modelo atinaba al predecir la irrupción de la tecnoreligión, con su veneración por algoritmos e inteligencia artificial, pero que otra era la ruta evolutiva en nuestro medio. Youtubearon a Alejandro Ordóñez mintiendo y estereotipando ideología y diversidad de género, como prueba de la persistencia de las versiones más perversas del monoteísmo fundamentalista. Siguieron con el video sobre la retención de Carlos Angulo, quien les grita a los policías que no le habrían hecho eso a un blanco con una caja de herramientas como la de él, y que bastaba que un negro corriera para que ya lo tomaran por un ladrón que huye. Pasaron al enfrentamiento entre la lideresa nortecaucana Francia Márquez y el presidente Juan Manuel Santos. Ella lo increpa por haber incumplido el ofrecimiento de —por fin— reglamentar la Ley 70 de 1993 antes de 2013. Él la corrige: “Reglamentar esa ley se ha dilatado porque… las comunidades no se pusieron de acuerdo en quién era el vocero para representarlas”. Adicionado al caso Angulo, el argumento mendaz del presidente sugería que en Colombia tampoco habíamos dejado de considerar como algo natural la supuesta superioridad racial blanca, tesis que tendría el refuerzo adicional de los elevados números de gente negra víctima de masacres y desplazamiento forzado.

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El 23 de febrero, Marcia Márquez se presentó en Hora 20 con otros cuatro candidatos en un debate sobre la renovación juvenil de la Cámara de Representantes. Ellos eran más que todo uniandinos de partidos tradicionales, financiados por amigos empresarios. Uno de ellos dijo Bavaria y Davivienda. Ella, madre de familia, amenazada y por lo tanto desterrada, competente en un lenguaje políticamente incorrecto que despotrica del racismo estructural que ella y los de su ascendencia experimentan a diario. Universitaria, después de haber educado dos hijos, la avaló el Consejo Comunitario de Yurumanguí, y la financian organizaciones populares. Reiteró que no desfallecerá en su lucha contra la complicidad del Estado con los capitalistas responsables de la extracción de oro violando los territorios ancestrales de comunidades negras y contaminando los ríos con mercurio. No renunciará a la defensa de las economías campesinas a las cuales arrinconan agroindustrias como las de caña y palma. Otro video sobre el paro de Buenaventura le mostró al curso la altivez de Francia. Dijo algo aplicable a todos los pueblos negros: “[El puerto] no necesita que le tiendan una mano, [sino] que le quiten el pie de la cabeza”.

* Miembro fundador, Grupo de Estudios Afrocolombianos, Universidad Nacional.

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