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Juegos e imperialismo

Jaime Arocha

05 de abril de 2010 - 11:04 p. m.

CULTURA E IMPERIALISMO ES EL tratado de Edward Said sobre el papel de la literatura occidental en la naturalización de racismo y colonialismo, así como de reacciones desde las colonias.

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Observando juguetes diseñados para que niños y niñas dramaticen diversas aventuras originales de televisión y cine, me dije que quizás nos hacía falta una obra comparable sobre la función de los juegos contemporáneos. Hablo de esos muñequitos de un plástico acariciable, que miden entre 5 y 12cm, albergados en espacios cómodos, llenos de electrodomésticos, animales, instrumentos y vehículos que cambian de acuerdo con la aventura representada. Compañías como Playmobile producen juegos para niños y niñas de 3 a 5 años, y Schleich, para los de 6 a 12, con un realismo y detalle quizá pensados para que mamás y papás también quieran comprar las representaciones de todos los guiones posibles.

Me llamaron la atención las variaciones de Born Free, la historia sobre la leoncita criada por científicos occidentales, que pasan por el dolor de enseñarla a vivir por fuera del laboratorio que construyeron en la sabana africana. El set de Schleich involucra una estación experimental aireada, bajo sombrillas de acacias frondosas, con animales pequeños y adultos: leones, avestruces, chimpancés, hipopótamos y jirafas, a cargo de una veterinaria monita, bronceada, con piernas torneadas en el gimnasio, enmarcadas por sus pantaloncitos calientes y sus botas de exploradora. La acompañan dos guardianes, uno rubio vestido como ella, otea el horizonte con sus binoculares. El otro, un hombre negro, de pantalones largos y sombrero alón, tiene una escopeta lista para disparar en cualquier momento.

Para el escenario equivalente que fabrica Playmobile, los animales medio extintos y sus defensores tienen dos enemigos: el único personaje de barba y cara morena que hala una jaula con su cuatrimotor para secuestrar a un zaino, luego de engañarlo con un repollo. El otro tiene una mirada cruel insinuada por sus ojos rasgados. Está interesado en un búfalo del cual dará cuenta mediante un cuchillo largo y afilado.

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Ninguna de las dos compañías multinacionales retrata a la gente negra tomando la iniciativa de defender la fauna de su propio territorio, sino más bien siendo sirvientes o adversarios de los blancos atléticos. Es posible que niños y niñas, luego de imaginarse en el papel de científicos occidentales en África se gradúen en el hábito de considerar que es legítimo construir laboratorios de investigación en hábitats agrestes que domestican manejando Land Rovers del imperio inglés. El siguiente paso quizá consista en repasar ejercicios de dominación, valiéndose de aparatos como los de las Playstations, con sus imágenes en movimiento. A continuación podría estar el salto que la prensa documenta a diario: tomar el control remoto de esas naves no tripuladas conocidas como drones o abejorros que desde Pakistán bombardean a los talibanes de Afganistán. La misión mortífera de esos pilotos virtuales, ¿se facilitará si desde niños se les va troquelando la pedagogía del racismo y la exclusión, mediante tiernas caricias a adorables muñecos de piel clara que curan leoncitos perdidos en la canícula africana?

* Grupo de Estudios AfrocolombianosUniversidad Nacional de Colombia

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