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Hace una semana, Óscar Güesguán Serpa publicó en El Espectador “Crisis en Baudó, palabras que no envejecen”, con esa única historia que hoy por hoy medios, ONG y académicos reiteran: abandono estatal, analfabetismo, falta de dispensarios y medicinas, así como esperpentos armados de derecha e izquierda que buscan monopolizar el territorio para extorsionar a las multinacionales de la minería que parecen estar por llegar (http://www.elespectador.com/noticias/nacional/crisis-baudo-palabras-no-envejecen-articulo-527955).
Mientras eso suceda, los vacunados son personas negras e indias, convertidas en lo que Carolina Botero demuestra ser “mercancía anónima que se tranza en la especulación del mercado”, como la que le dio sentido a la trata de gente africana (http://www.elespectador.com/opinion/esclavitud-farc-y-elmundo-moderno-columna-528504).
Quizás a esas palabras de Güesguán les faltó la retahíla sobre el nepotismo y la corrupción. De ser cierto lo que él afirma, que allá la mortalidad infantil llega ¡al 83,2%!, alguna cualidad excepcional deben tener esas comunidades para existir hasta hoy. Esa condición tendrá que hacer parte de otra historia, la ocultada, la de la creatividad y fortaleza de esos pueblos.
A una narrativa alterna le corresponderá enfocar la eficacia de médicos raiceros y parteras, gracias a quienes al menos habría un 17% de niños que llegan a la adultez. También podrían incumbirle solidaridades como las de las juntas mortuorias que alivian a los núcleos familiares repartiendo entre la comunidad los costos de funerales cada vez más frecuentes, sin cuya solemnidad no se afianzaría el vínculo entre el finado y los vivos que deja en la Tierra.
Esta última opción narrativa podría enriquecer las mesas de trabajo a las cuales convoca el general Rubén Darío Alzate para lubricar con acciones sociales las operaciones militares de la Fuerza de Tarea Conjunta Titán. Una de las metas del Consejo de Política Social que él ayudó a crear consiste en prevenir el reclutamiento ilícito de menores, integrando a ONG y equipos eclesiales con entidades gubernamentales —Gobernación, municipios, ministerios del Interior y de Educación e ICBF, entre otras—, dentro de dos moldes preponderantes (http://www.ejercito.mil.co/?idcategoria=358508). Uno es el de la coordinación interinstitucional tan propensa a celos y sabotajes burocráticos. El otro, el de la caridad y el asistencialismo que se convirtieron en rectores de “lo social”, desde que fueron instituidas las familias, los jóvenes y otros grupos poblacionales, todos “en acción”.
Informes de la Fuerza de Tarea Conjunta Titán no incluyen ni el salvamento ni el fortalecimiento de los sistemas de producción baudoseña (http://www.ejercito.mil.co/?idcategoria=371102), como sería el caso de la agricultura femenina gracias a la cual mujeres de Chachajo resisten el etnocidio eleno: vuelven clandestinos cultivos de yerbas medicinales a las cuales ellas les atribuyen cualidades para ejercer una brujería que aterra a los guerrilleros. Contrapesan la acción de ellos, y prolongan la autonomía productiva, sociocultural y política por la cual sus antepasados pugnaron desde la Colonia para librarse de la esclavización.
El primer punto de los acuerdos alcanzados hasta ahora en La Habana versa sobre una reforma agraria a favor de gente expropiada y desterrada. Si va a desplegar sus efectos en el Baudó, será deseable que instituciones como la Fuerza Titán se fijen en las culturas ancestrales y las robustezcan, en vez de seguir institucionalizando mendicidades a cargo del Estado.
