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Las Áfricas que Europa subdesarrolla

Jaime Arocha

23 de marzo de 2009 - 10:00 p. m.

LA COLUMNA QUE APARECIÓ EN EL Espectador con el título de “Colombia: boceto para un retrato” ratifica que Héctor Abad es un analista muy preciso del estilo de racismo estructural que practicamos en Colombia.

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Explica él que la élite formada más que todo por gente blanca controla el 80% de la riqueza; la sigue un 40% de personas de piel más oscura que pugnan por no caer en la pobreza del 50% restante formado por negros, indios, mulatos o mestizos “que apenas sobreviven y se parecen a África”.

Siendo ese continente tan diverso, no es consecuente con el rigor de su escrito el que lo reduzca a una unidad de pobreza retratada como si se tratara de algo natural, no obstante sus enormes riquezas históricas, lingüísticas y culturales. Además, que lo haga sin aludir a esos atenuantes derivados de las maldiciones que ha sufrido. La primera de ellas, la de Colón, fue responsable de que por la trata de cautivos hacia América, las etnonaciones que se extienden desde los ríos Senegal y Gambia, hasta el valle del río Congo perdieran al menos 15 millones de sus hombres y mujeres en edad reproductiva y productiva, suma que crece con el número equivalente de cautivos exportados de contrabando. Al vacío demográfico, productivo y cultural de esas exportaciones indignas, habría que adicionarle el que ocasionaron las guerras que lubricaban la captura y la trata, y de ese modo entender que el subdesarrollo ocasionado allá diera origen a la opulencia europea.

El que esa exportación de gente convertida en mercancía, se hubiera hecho apelando durante cinco siglos al uso de campos de concentración explica el que la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia, celebrada en Durban (Sudáfrica) en 2001 catalogara a la trata como crimen de lesa humanidad y definiera los requisitos para una justicia reparativa que los países que impulsaron el tráfico de cautivos y cautivas se han negado a poner en marcha, con respecto a las Áfricas expoliadas y a las Américas creadas mediante esa expoliación.

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La segunda maldición, la de Berlín, se inició entre 1884 y 1885, cuando las naciones europeas descuartizaron al África para crear colonias inglesas, alemanas, francesas, españolas, italianas y portuguesas, las cuales les sirvieran a poderosos intereses económicos que siguieron manejando mediante títeres entrenados en sus universidades, y a quienes mantienen sobornados desde el período de las independencias, iniciado en Ghana en 1958. Hoy por hoy, la aberración más oprobiosa de dominio consiste en la venta de armas para patrocinar ejércitos privados, cuyos poderes sobrepasan los límites de los estados nacionales y en gran medida fundamentan su terror reclutando y adiestrando niños y adolescentes.

En África el subdesarrollo no es un fenómeno natural. Sus regiones occidentales y centrales comparten las consecuencias de la esclavización y pauperización impuestas por el Atlántico norte para desarrollarse y enriquecerse. Entonces, no es de extrañar que el intelectual peruano Aníbal Quijano resuma esa tragedia hablando de la cárcel de larga duración.

*Grupo de Estudios Afrocolombianos Universidad Nacional

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