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Las alas de Edelma

Jaime Arocha

15 de noviembre de 2010 - 09:54 p. m.

EL 8 DE OCTUBRE, RECITANDO A "Frida" de Edelma Zapata Pérez, la poeta afrouruguaya Cristina Rodríguez Cabral clausuró el II Congreso Internacional de Estudios Literarios Hispanoafricanos:

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“África y escrituras periféricas en español”. Yo había desatendido el protocolo y me había acercado al podio para poner mi grabadora frente a la oferente. Justifiqué mi desacato por la ilusión de traerle a Edelma desde Madrid ese testimonio del homenaje que le tributaban escritores y críticos de varios países del mundo, pero en especial de Guinea Ecuatorial.

¡Qué me iba a imaginar que el pasado viernes los versos finales de esa recitación fueran a cumplirse!

Pies para qué los quiero / Si tengo alas para volar / Espero alegre la salida / Espero no volver más…

Edelma se fue sin haber sabido cómo Cristina la había enaltecido junto con la guineoecuatoriana Raquel Ilombé por su capacidad de convertir el infortunio en fuente de creación poética. Destacó cómo, si bien Edelma había creado su obra desde la postración causada por la artritis reumatoidea que padeció desde los 15 años de edad, “su voz poética no se victimiza ante el dolor. La mayor parte de su producción revela una actitud positiva orientada hacia la superación del género humano, así como gran interés en los problemas sociales que aquejan a la humanidad y al medio ambiente en nuestros días”. De esa grabación tampoco oyó que a su padre, Manuel Zapata Olivella, la homenajeante lo había reconocido como el más grande escritor de la Diáspora africana en América. Menos, los aplausos largos y fuertes por la exaltación de una obra que atesoraban como propia.

Cuando aún existía la Radio Nacional, acompañé a Edelma en algunos de sus programas Identidad colombiana y afrocolombiana en la tarea incesante de hacer visibles los aportes de los afrodescendientes a la vida nacional. La última vez que grabamos se lamentó de que ese espacio llegara a su fin y de ese modo quedara cerrada otra ventana para divulgar el repertorio de historia oral con las voces de sabios ancianos y ancianas. Junto con su padre lo había recopilado, siguiéndoles la pista a las culturas étnicas y populares, y recorriendo el país por más de 20 años. La conmemoración del segundo aniversario de la muerte de Manuel fue en uno de los auditorios del Museo de Arte del Banco de la República. Edelma y yo nos volvimos a encontrar. Me contó que a la Universidad de Vanderbilt le interesaba adquirir los archivos de Manuel. Para ese entonces, aún estaban arrumados y deteriorándose en el Hotel Dann de La Candelaria. Irónico que los académicos extranjeros manifestaran interés por un acervo que para ella sus contrapartes colombianas consideraban insignificante.

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Mientras escribo estas palabras, en el libro Ritual con mi sombra leo una reflexión sobre su genealogía, alrededor del hierro que los esclavistas usaron para marcar a los cautivos y cautivas africanos:

La carimba me habla / de barcos fantasmas / que cruzan los mares

La carimba me habla / de animales sin alma / lamentos estrellados

La carimba / enmudece, / eran hombres / palomas sin cadenas / luciérnagas que alumbran / y apagan sus sombras

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“La otra cara de la luna” y “Rumores de melancolía” completan el poemario que lega Edelma. Con seguridad sus hijos Karib y Manuela del Mar propagarán la obra y el paradigma de fortaleza que fue su madre.

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