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Libertad de expresión e identidades vulneradas

Jaime Arocha

19 de enero de 2015 - 09:22 p. m.

En el pie de la sirena, Mia Couto relata cómo hacia 1560 se intensificaba la colonización portuguesa de Mozambique, su país en el suroriente de África.

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Al jesuita Gonzalo de Silveira lo aterrorizaban los rumores sobre la crueldad de los nativos. Un médico que lo oía reaccionó diciéndole: “cuando se inventan maldades así sobre un pueblo, es para bendecir las maldades que se ejercerán sobre él”. Los doctrineros ayudaron a perpetuar las ficciones sobre las primeras maldades, en tanto que la implacabilidad de las segundas cimentó un lucrativo comercio de esclavos. De esa tenaza perversa nacieron pueblos que hoy no olvidan, pero que aspiran a no acordarse de sus raíces.

Mi lectura sobre esa vulnerabilidad de las identidades colonizadas coincidió con las discusiones sobre libertad de expresión, agitadas por las execrables masacres de los caricaturistas de Charlie Hebdo y los compradores de una tienda kosher. En lo que respecta a quienes han padecido el troquel colonial, esa libertad no necesariamente consiste en un ejercicio imparcial, sino en una práctica que sesga la demonización de la cual ha sido cómplice la intelectualidad europea. A partir de ese desbalance, para que un joven musulmán elabore sátiras equivalentes a las que contribuyen a estereotiparlo, él no sólo tendría que vencer la exclusión forzada, sino educarse dentro de visiones críticas que lo inmunizaran contra el blanqueamiento y la docilidad por las cuales pugna el eurocentrismo. Quedaría por verse si no censurarían sus productos, conforme a lo que Charlie Hebdo ha hecho con expresiones que considera antisemitas.

Esos controles inequitativos de la información son conocidos en nuestro medio. En 2008, con ocasión de una multitudinaria marcha indígena, los radionoticieros no le pusieron cortapisa alguna a la caricatura verbal que elaboró un político guerrerista: debido a la complicidad de sus comunidades, a los “indios” les quedaba fácil cambiarse el camuflado de la guerrilla por sus “guayucos”. A la supuesta infiltración subversiva la sustentaban otros despachos incontrovertidos, de modo que conocer tanto la réplica de los indígenas Nasa como la consecuente represión policial requirió consultar “Tejido de Comunicación”, el periódico digital que la Asociación de Cabildos Indígenas del Cauca tiene para divulgar realidades que de otra manera permanecerían ocultas. Del mismo modo, a finales de 2011, los medios hegemónicos guardaban silencio sobre la lucha de la gente raizal contra la exploración petrolera que proponía el gobierno. Entonces, había que consultar El Isleño o el grupo de Facebook que se formó para informarse del riesgo en el cual se pondría Seaflower, la reserva biosférica del archipiélago de San Andrés Providencia y Santa Catalina.

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Para contribuir a corregir esas asimetrías, la Comisión Fulbright auspicia el Programa Líderes Afrodescendientes. Mujeres y hombres negros que han superado los obstáculos de la marginalidad impuesta, aspiran a combatir la inferiorización de sus pueblos. Así, comenzaron el año solicitando admisión en maestrías y doctorados como los de Howard, la prestigiosa universidad negra de los Estados Unidos. Sin embargo, no podrán realizar sus sueños: el Ministerio de Educación informa que “para el año 2015 no existe disponibilidad presupuestal (de las contrapartidas para)…la formación de los 14 beneficiarios…seleccionados” enfrenten una paz incierta. Ante esta coyuntura, es posible que la publicitada equidad no corrija la vulnerabilidad de las identidades negras y que así ellas enfrenten una paz incierta.

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PD. Me estremece la muerte del antropólogo Germán Patiño, alma del festival Petronio Álvarez de Música del Litoral Pacífico y experto en la historia y cultura de la gente negra.

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