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Mondongo y subversión del Imperio

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Jaime Arocha
01 de diciembre de 2009 - 02:44 a. m.
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EL PASADO 27 DE NOVIEMBRE TERminó en Bogotá el seminario internacional La Cuestión Colonial, ideado por el historiador Heraclio Bonilla, sin muchos enfoques sobre las víctimas de la trata atlántica, el evento fundacional del sistema colonial en África y las Américas.

Una excepción fue la del sociólogo puertorriqueño Ángel Quintero Rivera. Se concentró en quienes eludieron la vigilancia imperial, a partir de conocimientos que traían de África o de los que desarrollaron con otros huidos del autoritarismo imperial. Él se ha basado en archivos atípicos, como los de la estética de los santitos de palo que dominan los altares familiares y que no incluyen Cristos Crucificados o Dolorosas con sus ojos lacrimosos y suplicantes, dirigidos al cielo. Tallas de madera reminiscentes de las de los bantúes, las cuales —sonrientes— miran a sus adoradores de frente, como los reyes magos, santificados por las clases populares, pero no por la ortodoxia católica. Con las tres Marías, “los seis iban juntos llenos de alegría, iban a acostarse, pero los cogió el día”, según el sentido popular que citó para su país.

Otra fuente atípica de Quintero es la del baile mulato que —al contrario del ballet clásico del cual se deriva la corporalidad coreográfica occidental— no está centrado en la espina dorsal, sino unas veces en la cadera y el talón, otras veces en los codos y en el cuello, o en los pies y las manos, entre infinidad de combinaciones posibles. Tampoco se hace respondiendo a los acordes de una música jerarquizada, dentro de la cual el eje entre el director de orquesta y el concertino reproduce el centramiento del cuerpo por la columna vertebral. Al contrario, se puede basar en floreos entre tamborero y bailarina, en las cuales ella predice las improvisaciones del otro, o él las de ella. Debido a un juego de vaticinios guiados por la emoción, ninguno rompe la unidad entre ritmo, melodía y armonía.

Quintero sugirió que esos juegos horizontales moldean la democracia que crearon los insumisos de su país, el cual por ser Estado asociado de los Estados Unidos y antes colonia española, acumula la historia de colonización más larga de América. Esa historia incluye una emigración masiva responsable de que hoy la mitad de los puertorriqueños vivan en los Estados Unidos. Una vez instalados en las metrópolis de la costa este, en particular Nueva York, y desempeñando oficios indeseados por los blancos, esos hombres y mujeres rebeldes compartieron con los africano-americanos los barrios pobres. Unos y otros hallaron que podían entenderse mediante la música y el baile no jerarquizados, plenos de improvisación. Así se nutrieron mutuamente, y a partir de la salsa y el jazz, han ido africanizando a todo el globo. A veces uno no entiende cómo su democracia horizontal —y por lo tanto real— pueda coexistir dentro de organizaciones piramidales que reducen la participación política a depositar un voto. Inspirado por José Martí y por sus observaciones de los newyorricans, Quintero explicó la paradoja: ellos se le metieron al monstruo imperial en sus entrañas, y allí aprendieron a hacer mondongo.

* Grupo de Estudios AfrocolombianosUniversidad Nacional

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