El XVIII Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez atestiguó el impulso que hoy el Estado les da a las industrias culturales, innovando estéticas y símbolos, cuya comercialización se ha considerado causa de profanación.
Esa metamorfosis se manifestó en el profesionalismo escénico que demostraron los conjuntos de violines caucanos. El género tiene un origen sacro, las Adoraciones al Niño Dios que entre marzo y abril celebran comunidades negras como las de Santander de Quilichao, Villarrica, Puerto Tejada, Caloto o Suárez. Todas ellas hacen parte de un violento escenario de descampesinización dentro del cual crecen cañaduzales, empresas de minería de aluvión y filón, y silvicultura, además de industrias multinacionales que aprovechan el bagazo de caña para fabricar papel y pañales. A los grupos armados activos en el área les ha urticado el disenso cultural de esos pueblos de ascendencia africana, incluyendo las adoraciones. De los 30 temas que interpretaron los violines, 10 romantizaban paisajes y modos de vida amenazados. Las dos agrupaciones de La Toma (municipio de Suárez) corearon esa nostalgia como expresión de resistencia contra las más de 17 retroexcavadoras que han irrumpido para sacar oro, sin importar la contaminación de las aguas.
En 2010 la Corte Constitucional emitió la Sentencia T1045A para exigirle al Poder Ejecutivo garantizar la consulta previa, libre e informada, mediante la cual esa comunidad ha intentado defenderse de quienes invaden los territorios ancestrales sobre los cuales la Ley 70 de 1993 les da derecho. Con apoyo de la Embajada de los Países Bajos, el Centro de Estudios Sociales de la Universidad Nacional, el Área de Gestión Ambiental de la Universidad del Valle y el ICANH constituyeron un equipo de investigación social que apoya las reivindicaciones del comunitario de La Toma. El 4 de septiembre llevaron a cabo una jornada intersectorial para poner de manifiesto la desarticulación entre los ministerios del Interior, Minas y Ambiente, encargados de cumplir los requerimientos de la Corte, y acordaron una tercera jornada para el 1° de octubre en aras de salvaguardar un patrimonio social y ambiental en riesgo por las retroexcavadoras que han irrumpido con violencia y —hacia el futuro— por las multinacionales que ya han obtenido licencias para explotar los aluviones del área. Urge el cumplimiento de la sentencia: los retreros ya violaron a una menor, y el 28 de septiembre ordenaron perseguir a dos líderes denunciantes del Consejo Comunitario. Además de la crítica académica a esta grave situación socioambiental, ese equipo de investigación se ha fijado en los medios que debe instaurar el Gobierno para formalizar la minería artesanal mediante títulos contemporáneos que legitimen un oficio practicado a pequeña escala desde el siglo XVII, con pocos peligros ambientales.
Sería deseable que en ese ámbito vital los ministerios mencionados ejercieran la diligencia que el de Cultura ha desplegado con respecto al fomento de la música. De otra manera, ¿cuál será el porvenir de una cantaora o un violinista de Suárez, luego de que la minería mecanizada aniquile el cimiento territorial que le ha dado sentido social y religioso a su arte? Los acuerdos de La Habana, ¿incluirán un capítulo comparable al de los cultivos ilícitos, para eliminar esas retroexcavadoras nefastas que hoy parecen ser la principal fuente de ingresos para grupos guerrilleros y paramilitares?
Jaime Arocha *