No más velorios

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Jaime Arocha
15 de enero de 2019 - 05:00 a. m.
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En Tumaco, la Casa de la Memoria ilustra una de esas viviendas palafíticas que hasta hace poco dominaban el paisaje del puerto. Sin embargo, no se trata de una evocación nostálgica. El espacio interior es para desorientar al visitante: los asientos penden del techo y la iluminación sale del piso. Johanna Olaya, la pedagoga y guía de la visita, nos aclaró que todo está patas arriba para que quienes entren tomen conciencia de que en el Pacífico sur la gente ha naturalizado las aberraciones que han traído el conflicto armado, la minería industrializada con su fatídico mercurio, la palma aceitera, la coca, la tala de la selva y el destierro cotidiano. Según la guía, es necesaria una pedagogía que advierta que ese mundo al revés es anormal, conforme lo hacen ensambles musicales que también figuran en la exposición, como AfroMiTu y Plu con Pla, cuyo tema No mas velorios descolló en 2017 dentro de la categoría libre del Festival Petronio Álvarez. Resalta que “ya no podemos vivir en nuestro pite de tierra; fuimos a la libertad y nos salieron con la guerra; ya perdimos el derecho; no queremos ni más velorios, ni más entierros; que no disparen más armas; déjennos vivir en paz en nuestros ríos, en nuestro mar. Nuestros angelitos no deben sufrir…”.

Harold Tenorio Quiñones pertenece al grupo musical mencionado. Al combinar el currulao con reggae y hip hop, logra que la marimba irrumpa con fuerza en escenarios urbanos ajenos a su origen, pero fundamentales para su expansión futura. Lo vi en Roberto Payán, puerto del río Saundé. Dirigía un taller de danza dentro del encuentro para fortalecer al territorio sonoro de la marimba. El evento había comenzado el 4 de enero en otro puerto fluvial, Magüí Payán, alrededor de su fiesta patronal en honor al milagroso Jesús Nazareno. El derrotero consistía en aprovechar la conmemoración litúrgica para fortalecer al patrimonio cultural de la región que forman los ríos Magüí, Telembí y Patía, así como las áreas costeras de Sanquianga y Mosquera. El impulsor de la iniciativa ha sido Wisman Tenorio, cuyo grupo Changó ya es uno de los más reconocidos del país en ese género musical, y quien lleva varios años recorriendo esos ríos y selvas para documentar las particularidades de sus jugas y tambarrias. Ya las ha recogido en una grabación de elevado profesionalismo que está próxima a salir.

Como las que se celebran en honor a otros santos patronos, la fiesta del Nazareno involucró la movilización por tierra y agua de la enorme diáspora magüiseña y de otros devotos de la figura milagrosa. Las etapas del festejo, así como la solemnidad de la liturgia y el significado y riqueza de las expresiones musicales que le dan sentido serán objeto de al menos otros tres de estos artículos de opinión. Me propondré detallar perfiles de maestros como Ever Rodrigo Peña de El Charco, quien fue galardonado como el mejor marimbero en el Petronio Álvarez de 2018, y la maestra Ana Iris Castillo de Payán, cuya composición Vuelve ganó el premio a Mejor Canción Inédita en el mismo festival. Me referiré a músicas y expresiones poéticas compuestas para reparar y superar el daño cultural causado por la guerra y las devastaciones naturales que llevaron a la curaduría de la Casa de la Memoria de Tumaco a incluir una vivienda patas arriba para aleccionar contra la anormalidad naturalizada.

* Miembro fundador, Grupo de Estudios Afrocolombianos, Universidad Nacional.

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