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Pluralidad por completarse

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Jaime Arocha
04 de noviembre de 2025 - 05:00 a. m.
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Una vez aparecida mi última columna, supe que la reestructuración del Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH) ya estaba en marcha. Sin embargo, aún no incluye la subdirección de estudios sobre pueblos de ascendencia africana que figura en el proyecto de articulado para la reglamentación definitiva de la Ley 70 de 1993. El decreto 0993 del 17 de septiembre de 2025 especifica tal remodelación, incluyendo la función de “Promover y desarrollar un programa transversal de investigación, gestión y apropiación social del conocimiento sobre los pueblos negros, raizales, afrocolombianos y palenqueros”. Al ICANH y al conjunto de entidades del Estado, les corresponde apoyar la ambiciosa propuesta que la vicepresidenta Francia Márquez radicó el pasado 10 de octubre ante el Ministerio del Interior y cuya consulta previa habrá comenzado en Cali cuando estas palabras sean publicadas. Tanto la Comisión Consultiva de Alto Nivel y el Espacio Nacional de Consulta Previa de Comunidades Negras, como funcionarios de diversos ministerios, institutos y agencias estatales manifestarán sus críticas y objeciones. Sin embargo, lo deseable es que el trámite avance con celeridad. Una postergación adicional para alcanzar la tan añorada reglamentación de la ley de negritudes daría fe del carácter estructural del racismo en Colombia.

No es baladí referirse a esta disputa por una mayor inclusión de la gente negra dentro de una institución académica del calibre del ICANH. Hace parte de una controversia mayor y bastante más antigua. A finales del siglo XV, a moros y judíos se les desterró para que España se unificara alrededor de un solo dios, una sola lengua y una sola estirpe. Mediante su novela León el Africano, Amin Maaluf muestra que en ese entonces tuvo lugar el doloroso arrasamiento de la pluralidad de lenguas y creencias que derivaban en las riquezas arquitectónicas, plásticas, poéticas e intelectuales de ciudades como Granada y Toledo. El historiador Javier Laviña ha complementado ese panorama con sus compilaciones sobre tradiciones y ritos que practicaban las gentes negras que desde el siglo anterior habían sido llevadas a Andalucía para darle vida a la naciente agroindustria de la caña de azúcar. Por su parte, las recopilaciones musicales que nos ha legado el maestro Jordi Savall versan sobre la explosión polifónica que tenía lugar en esos ámbitos, la cual derivaba en convivencias negociadas.

Ya iniciado el período colonial, en 1627, el jesuita Alonso de Sandoval publicó De instauranda aethiopum salute, libro que se conoce como Un tratado sobre la esclavitud (Alianza, 1987), con esa especie de manifiesto en soporte de las heterogeneidad humana. Compila conductas, hablas, estéticas y creencias de las gentes que habían sido llevadas a Cartagena luego de las capturas que realizaron los europeos en las regiones africanas de la curva del Níger, la Senegambia, las Guineas y las cuenca de los ríos Volta y Congo. Quizás mi maestro Gerardo Reichel-Dolmatoff no se enteró de esa temprana etnografía de las Áfricas occidentales y centrales. De haberlo hecho quizás en los años de 1960 no le hubiera dicho a la antropóloga Nina S. de Friedemann que los negros no eran sujetos dignos de la antropología. No se ha detenido la pugna por superar tal orientación metal y de conducta, cuyas consecuencias involucran la formación de guetos urbanos, escuelas, universidades, juzgados y cortes cercadas por lineros raciales, y un litoral Pacífico que entre otras Afrocolombias –a ciencia y conciencia– es región marginada de la nación.

Sin duda el decenio de 1980 inauguró la ruptura con el uniformismo, gracias a la legitimación multicultural que introdujeron las constituciones del Brasil y Nicaragua. Nuestra reforma constitucional no es extraña a ese un transcurso cuyos antecedentes tienden a buscarse en las academias del norte global. Quizás sea hora de que reivindiquemos un pasado nuestro que se remonta a años más lejanos y a convivencias de pluralidades peninsulares, a cuya revitalización debe contribuir una entidad como el ICANH.

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Jose Dulcey(91028)04 de noviembre de 2025 - 03:41 p. m.
La raza negra es biològicamente la raza superior. Para hacer Melanina se necesita una linea de enzimas , larga. Ha medida que la degeneracion borra estas enzimas, la piel ,los ojos ,el cabello sehacen màs claros. Una persona blanca de cabello y ojos claros es un signo de degradaciòn. Cuando se completa se llega a la idiocia fenilpiruvica muy comun en Belgica
William Alvarez(41808)04 de noviembre de 2025 - 03:29 p. m.
Desconocer y negar las negritudes y demás minorias es parte del más solido y prolongado plan del hegemoníco régimen conservador colombiano. Ello para negar no solo el ideal progresista y la paridad derecha-izquierda en la gobernanza, sino ignorar el genocidio de liberales (llevado a cabo con sus 5 manos armadas: militares, policias, paramilitares, medios, clero y gobernantes y feligreses conservadores). Plan clave éste con el que han avasallado la Patria por casí dos siglos.
Rob(65737)04 de noviembre de 2025 - 01:40 p. m.
Excelente y oportuno análisis!
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