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EN LA COLUMNA TITULADA “RAZA e Independencia”, Mauricio García Villegas escribió: “Los españoles vencieron a los indígenas con sus espadas y sus caballos, pero preñaron a las indias (luego a las esclavas negras) y los mestizos que de allí nacieron vivieron para reproducir la mentalidad de la sangre más poderosa que corría por sus venas”. Esta afirmación me perturbó por varias razones: provenía de un investigador de Dejusticia, organización que promueve “[…] la inclusión social, la democracia y los derechos humanos en Colombia”; tan sólo les dedicaba una frase a los africanos y sus descendientes, les ponía un pero a las uniones interétnicas y escogía unas voces que racializan a la mujer —“india” y “negra”— y otra —“esclava”— que resalta la sumisión. Adicionalmente, destacaba la deplorable tesis de que las aptitudes mentales son transmitidas por la sangre, y por si fuera poco, refraseaba la perversa raciología del siglo XIX, arguyendo que la mentalidad que han legado los mestizos es más poderosa, ¿que la de las “indias”?, ¿que la de las “esclavas negras”?
Es posible que García haya usado esas palabras en sentido metafórico. Sin embargo, pueden reforzar la pedagogía sobre la supuesta inferioridad mental de ”negros” y “negras”, noción que en la colonia instituyó los llamados códigos negros que eximían a los amos blancos de culpa cuando torturaban a quienes se rebelaban contra la esclavización. Esa impunidad selectiva aún nos habita, ofreciéndoles a los victimarios amplitud para crear el terror dentro del cual se desarrolla la cotidianidad de pueblos afrocolombianos, especialmente del Pacífico y norte del Cauca.
Para la Asociación de Afrocolombianos Desplazados (Afrodes) y otras organizaciones que defienden los derechos humanos de mujeres y hombres afrodescendientes, el Día de la Raza conmemoró aquel terror que concretan las amenazas contra dirigentes que luego son asesinados. A mediados de mayo de este año, esa asociación le dirigió al Ejecutivo una carta pidiéndole que la protegiera y descalificara la proclama de los panfletos distribuidos por las Águilas Negras justificando su misión por la salvaguardia del régimen. Como a partir de esa fecha han ocurrido otros seis asesinatos, Afrodes de nuevo se ha dirigido al Gobierno para reiterarle su solicitud de amparo, en consecuencia con la defensa de los derechos humanos que el presidente Santos hizo explícita.
Es muy grave que la limpieza racial entre a reforzar el destierro, precisamente cuando uno de los programas bandera del gobierno es la restitución de los territorios ancestrales arrancados mediante la violencia. Frente a ese panorama, entidades internacionales como la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA) han intensificado la visibilización de las actividades de Afrodes y demás organizaciones que defienden al creciente número de afrocolombianos en riesgo. Ojalá dentro del país los medios de comunicación también le hagan eco a esa campaña de difusión.
Felicito a los siete periodistas de El Espectador galardonados por los premios Simón Bolívar, pero en especial a Cecilia Orozco Tascón y María Elvira Samper por las lecciones que sistemáticamente ofrecen en sus respectivas columnas.
*Director Grupo de Estudios Afrocolombianos, Universidad Nacional de Colombia.
