Regresa, hermanito, uh, eh

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Jaime Arocha
29 de enero de 2019 - 07:35 a. m.
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Los cantos y música de marimba estremecían. Yo filmaba con los ojos aguados, conmovido por la devoción con la cual los feligreses participaban en la misa solemne que el obispo de Tumaco celebraba en la iglesia de Magüí (Nariño) en honor de su patrono, Jesús Nazareno. Andrés Quiñones llevó su voz a la de algo muy parecido a un gospel americano. Ese niño se forma en la Escuela Changó que dirige Wisman Tenorio con tal dedicación que en 2014 ganó el Petronio Álvarez. Tiene alumnos en El Charco, Tumaco y Cali, y con sus investigaciones sobre los géneros musicales de los ríos Telembí, Magüí, Saundé y demás afluentes del Patía fortalece el Territorio Sonoro de la Marimba, más allá de la recuperación de estéticas musicales. Como nos lo explicaba la maestra Ana Iris Castillo, con el avance del proceso de paz —así sea imperfecto— la marimba ha ayudado a vencer el miedo, y a convocar a los desplazados. De ahí que ella se sintiera inspirada para contribuir con semejante cambio. Compuso la canción “Vuelve campesino” que ganó el premio a la mejor canción inédita, luego de que la interpretaran los Tumbos de Cualimán en el Petronio de 2018:

“Amigo campesino, vuelve pronto a tu parcela/Vení con todos los tuyos/Dile no más a esta guerra/…/Regresa a la tierra que te vio nacer/Regresa a sembrar la paz/ Que con nuestros cantos, ay  Vení/ Propios de la herencia, ay Vení/Formamos conciencia, ay Vení/Poniendo más fuerza, ay Vení/A la resistencia, ay Vení / Regresa, hermanito, uh, eh”.

Decenas de botellones llenos de agua pura rodeaban el altar mayor, y recostados sobre ellos, imágenes del Nazareno en todos los tamaños posibles. Los fieles subían por la escalera doble que llevaba a altar elevado donde reposaba la milagrosa escultura en madera, quizás del siglo XVIII. En la iglesia de tablas que yo había conocido hace 30 años, una virgen y un ángel custodiaban a la talla enorme, pero a finales del decenio de 1980,  a esa joya arquitectónica y a buena parte del pueblo los devoró un incendio.

Volviendo al seis de enero de este año, cada quien se detenía frente a la estatua y sobaba el vidrio protector con un algodón, al cual sumergiría luego de que el obispo de Tumaco bendijera el agua de todos los recipientes. A esos algodones mojados los creyentes les tribuyen cualidades curativas.

Terminada la misa, cófrades de la escultura la pusieron en pesadas andas que salieron a recorrer las calles. Las presidían la banda de guerra de la institución educativa y decenas de marchantes con banderines rojos alusivos al amor y a los milagros de esa representación de Jesús.

Además de la sanación corporal, la paz preponderó entre las peticiones milagrosas, y eso que no había tenido lugar aquella insensatez de los elenos que parece precipitarnos hacia la guerra total que añora el uribismo gobernante. Hace un año ese pueblo fue testigo de una terrible masacre, por lo cual para este enero de 2019, los miles de visitantes atesoraban la tranquilidad excepcional. A la maestra Ana Iris, el conflicto armado le quitó a dos de sus pequeños sobrinos, pero se mantiene firme en su posición contra la guerra y en la convicción de que la música reafirma ese propósito. De ahí que haga parte y apoye con entusiasmo el Territorio Sonoro de la Marimba.

* Miembro fundador, Grupo de Estudios Afrocolombianos, Universidad Nacional.

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