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A mi hija menor le gustaba disfrazarse de reportera y transmitir noticias imaginarias. La recordé al ver por Instagram los videos de Lama Jamous, niña de nueve años, quien se arriesga a narrar el horror de su natal Gaza. Ojalá que no la encarcelen sin fórmula de juicio, como sucede desde hace años con los niños que les tiran piedras a vehículos blindados, emblemáticos del poder de la ocupación israelí.
Las jóvenes Noor Harazeen y Hind Khouday visten chalecos marcados con “press” y también suben sus informes a Instagram dentro de un esfuerzo por llenar los vacíos de información que deja la represión contra los diversos corresponsales. Entre ellos ya hay 95 muertos, 4 desaparecidos y 25 encarcelados, además de asalto a sus viviendas, amenazas, ataques cibernéticos y asesinato de familiares, según el Comité para la protección de periodistas (cpj.org por su sigla en inglés). CNN relata cómo el ejército israelí promueve observaciones de terreno dentro de espacios coreografiados y hace censura previa de videos y fotos.
En enero de 2024, el fotógrafo Motaz Azaiza se fugó a Qatar. Instagram limita el acceso a sus tomas mediante el letrero de “contenido delicado”. Figuran bebés con sus ombligos recién suturados, pero ya embadurnados con sangres de víctimas de los bombardeos sobre la franja. Retratos de hombres y mujeres que, en desespero, a mano limpia, rescatan cadáveres o heridos atrapados por el concreto que dejan las detonaciones. Los minaretes de las mezquitas de Al Omari y Otman Bil Qashqar al suelo, profanados, y si él no se hubiera refugiado, quizás habría divulgado la imagen emblemática de Yazan Kafarneh, de diez años, cuyo cuerpo esquelético al fin claudicó ante la falta de alimento.
A sus seis años, Azaiza ya había sido testigo de tanques israelíes en Gaza, y dos años después de la batalla entre Hamas y Al Fatah por el dominio de la misma zona, hasta la seguidilla de las guerras entre Israel y Hamas: 2008, 2012, 2014 y ahora la de 2023-¿?. Expresa frustración porque sus registros aún no se traducen en cese al fuego. Sin embargo, la reportería heroica que hoy hacen niñas y mujeres jóvenes debería ser fuente de esperanza, eso sí apelando a templanzas excepcionales para alcanzar algo de normalidad emocional, luego de haber pasado por sus actuales experiencias o haber visto las selfis desafiantes que se tomaron mujeres de su misma generación, pero de uniforme opuesto, quienes airean su regocijo por las ruinas que las rodean y ellas han contribuido a crear.
* Miembro fundador, Grupo de estudios afrocolombianos, Universidad Nacional. Director, Nueva Revista Colombiana de Folclor.
