EL MANEJO DELA PALABRA DISTINgue a las personas sabias del Afropacífico.
Componen currulaos, jugas y jotas sobre selvas, ríos y gente desterrada, cuyos versos responsoriales calan por la fuerza que les imprimen tambores, marimbas y chirimías. Nombran a los seres de la naturaleza con las cualidades que benefician a sus comunidades y los incorporan a mapas mentales que detallan sus territorios ancestrales. Cuentan fábulas sobre diablos traviesos, con moralejas que apostrofan a la codicia por el oro fácil. Hacen rimas con los milagros de santos y vírgenes a quienes identifican como ancestros que orientan la cotidianidad. Por sus décimas, adivinanzas y refranes, se les ha llegado a estereotipar como personas que sólo son competentes en la tradición oral, no obstante que también apelen a cuadernos detallados, como los que hacía doña María Eusebia Aponzá en Guachené para enriquecer los autos sacramentales de esas navidades de febrero llamadas Adoraciones del Niño Dios o los impresos autofinanciados como los que repartía con sus creaciones el decimero Benildo Castillo de Tumaco.
Incorporar estos conocimientos profundos al sistema universitario era parte de la refundación de la Universidad del Pacífico. El historiador Santiago Arboleda ideaba cómo acreditar las experiencias de esas sabias y sabios y equipararlas con las maestrías y doctorados del sistema universitario eurocéntrico. Junto con el poeta Alfredo Vanín, los antropólogos Óscar Olarte y David López y los estudiantes de la MANE, proponía que quienes portan esos saberes ancestrales vertebraran un programa de formación universitaria que les diera sentido académico universal a los planes de vida que han ido forjando consejos comunitarios como los de los ríos Anchicayá y Cajambre alrededor de sus sistemas tradicionales de producción, pero que además involucrara las búsquedas y reivindicaciones del movimiento urbano del puerto, representado por sus sindicatos y organizaciones de género para la venta de frutas, mariscos y pescados. Todo lo anterior dentro de la aspiración de que la juventud rural y popular urbana tuviera mejor acceso a una universidad responsable con sus necesidades y aspiraciones.
El rector Florencio Candelo Estacio había adherido a una propuesta que también debería enmendar irregularidades financieras que sonrojarían a los Nule, identificadas en 2011 por consultores independientes como el abogado Eusebio Camacho, amén de auditorías y contralorías internas y externas. Sin embargo, él optó por una academia convencional consecuente con maromas políticas y empresariales que han subdesarrollado a la gente negra de la región. Declaró insubsistente al historiador Arboleda y no les renovó sus contratos a los humanistas mencionados. A nivel mundial, el Grupo de Académicos e Intelectuales en Defensa del Pacífico Colombiano recoge firmas para la reincorporación de estos académicos y una columna anterior era sobre el peligro en ciernes y a favor de idearios que blinden sistemas ancestrales de producción sostenible que integran pensamiento, estética y religión, gracias al protagonismo de cantaoras, decimeros y personas sabias del Afropacífico.