A LAS NUEVE Y MEDIA DE LA MAÑANA del 21 de agosto, era increíble que a la sala de exposiciones temporales del Museo Nacional la habitara el silencio.
Lo aproveché para recorrerla muy despacio, parándome frente a cada uno de los siete altares, hasta regresar al origen, donde a uno lo saludan 16 tallas africanas. Cuando me detuve, temblaba. La solemnidad me había conmovido, porque además recibía un realce particular por la estética del color propia de los universos simbólicos que los africanos crearon en este país y que descendientes de ellos, venidos de siete regiones distintas, habían logrado plasmar con contundencia.
Cuarenta y ocho horas antes, el mismo lugar escenificaba un diálogo de lenguas, culturas y oficios del cual yo jamás había sido testigo: en ese español teñido de creole, doña Vastay Dilbert Bryan pedía una cama que hiciera más creíble la combinación de piano vertical, himnarios, espejo y ventana para mostrar cómo es un velorio raizal. Al ladito, Don Miguel Cuesta abría cajas llenas de hojas de palma de Cristo, chontaduros, y borojoes que había traído desde Quibdó; explicaba que le darían el sentido al altar para un alumbramiento a San Pacho, en tanto que la restauradora Catalina Plazas le ayudaba a doña María Eusebia Aponzá a exhibir la túnica con la cual visten a una niña bien blanca que haga de Virgen María en las adoraciones del Niño Dios.
—¡Ah!, ya puso el pesebre de Ley— le dije a ella, haciendo gala de las competencias que creí haber ganado en el tema.
—Pero si eso es el Belén— me corrigió. Me invadió la vergüenza: había entendido mal una de las explicaciones de ella sobre los dos altares que se le hacen al Niño Dios en Guachené, Cauca. Diciéndome que era muy tarde para corregir el catálogo de la exposición, caminé hacia la esquina reservada para el palenque de Uré, donde ancianos y niños que habían venido desde allá rodeaban a la profesora María Yobadis Londoño, quien esperaba unos palos y dos arcos de madera para mostrar cómo ellos despiden a un niño o angelito. De ahí “viajé” a San Basilio de Palenque, donde Moraima Simarra había terminado de armar la mitad del altar para las primeras ocho noches del velorio. Me la había imaginado menos joven, quizás porque uno asume que las sabias de quienes ha oído tienen que ser viejas. La dejé haciendo mariposas moradas y blancas que le pegaría a la sábana del altar para la novena noche.
Juntito de ella, Wisman Tenorio. El virtuoso tumaqueño en la hechura de arreglos florales, palmas y pabellones, estaba esperando la canoa en la cual viajaría la Virgen del Carmen hasta el dos de noviembre, pero avanzaba en su obra rodeando a la imagen sagrada de géneros carmelitos y dorados.
Sentada en el suelo, la museógrafa Amparo Carrizosa ataba ramos de flores plásticas y a dos metros de ella, me encontré a Rosamalia Quiñones y a su madrina, doña Ligia de Pinillos. Ahí el abrazo fue más largo, como para estar seguro de que no era un sueño que las guapireñas estuvieran en Bogotá.
—Mi madrina lo estaba esperando porque no le gustó la esquina para la tumba de última noche. Que …
—Ellas son Nury Espinosa y Carolina Mendoza— les dije y están para hacer que todo les quede bien. Allí sería el adiós que le daríamos a Orlando Fals Borda, con su retrato sobre el altar y las letras de su nombre en el borde superior, luego de que ya a las nueve de la noche las hiciéramos y pegáramos con otra restauradora, Ángela Montoya.
La gente del Museo logró plasmar las ideas que fuimos atesorando desde junio de 2007, cuando comenzó nuestra investigación en el terreno. Las aclaramos gracias a las preguntas que desde la curaduría Cristina Lleras y Juan Darío Restrepo nos hacían poniéndose en el sitio de un visitante que no sabe nada de velorios, santos vivos y afrodescendientes. El marco total que entre todos armamos para desplegar este lienzo de majestuosidades y emociones profundas está hecho de materias preciosas para el entendimiento humano: capacidad de escucha, tolerancia y paciencia.
*Grupo de Estudios Afrocolombianos
Centro de Estudios Sociales
Facultad de Ciencias Humanas
Universidad Nacional de Colombia.