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En Cartagena de Indias Blas Sarmiento Marimón, más conocido como Michi Sarmiento, comenzó a sentirse mal hace dos meses. Los síntomas se le fueron agudizando, el abdomen fue creciendo y apareció la dificultad para comer. La gloria musical, el hijo del gran Clímaco Sarmiento, el ícono de la cultura popular, tuvo que buscar atención médica. El viacrucis no fue la enfermedad, el viacrucis fue solicitar citas, esperar programaciones que nunca llegaban, solicitar aprobaciones, pedir órdenes, ser un mendigo dentro del sistema, padecer lo que padecen la mayoría de los colombianos que no tienen la gracia de tener una póliza de seguridad prepagada en salud.
Así, después de mes y medio, sintiendo la gravedad en su cuerpo, sus familiares lo llevaron al Nuevo Hospital Bocagrande de Cartagena el pasado 22 de septiembre. Allí le practicaron unos exámenes cuyos resultados anunciaron que se requería un cirujano especialista; sin embargo, el hospital dijo que no tenía ninguno contratado. Lo que siguió después es casi inverosímil, si no fuera porque en este país poco queda en el ámbito de lo no creíble. En la ciudad sí existen los médicos especialistas que requería Michi, pero ninguno podía ir al Nuevo Hospital porque habían salido de allí con una experiencia muy desalentadora. Ese es el segundo viacrucis, ya no el que enfrentamos los pacientes, sino el que enfrentan los profesionales de salud que no pueden ejercer su oficio en condiciones dignas porque no les pagan. Ante la desoladora situación y viendo con angustia el paso de los días sin que se avanzara en la intervención médica de Michi Sarmiento, el sábado 25 de septiembre la familia solicitó la remisión al Hospital Universitario del Caribe.
Sé que no lo saben, así que se los diré: el Hospital Universitario es una vieja gloria de la medicina nacional recién resucitada, un legendario que desafía los malos tiempos y que en los últimos años se ha ido levantando contra viento y marea. Pese a todas las villanías administrativas, ha resistido y ha tenido un papel casi heroico en la lucha contra la pandemia del COVID. Sin embargo, el Nuevo Hospital Bocagrande negó la remisión argumentando que para hacerla debían hablar con el cirujano que los recibiría en el Hospital Universitario. ¿Qué creen ustedes? El cirujano que estaba de turno estaba operando quizás a algún herido de bala de los tantos que ha tenido la ciudad en estos días. Por supuesto, ningún médico sensato contesta un celular en plena cirugía. Ese es el tercer viacrucis, uno muy penoso. Pues le dijeron a la familia que ellos podían pedir, si querían, la alta voluntaria. En Colombia la mayoría de los usuarios de salud desconocen sus derechos y así los conocieran, la gente en esas circunstancias solo está movida por la angustia. El Nuevo Hospital Bocagrande, en contra de los derechos de Michi, les dijo que si se lo llevaban no les daban la historia clínica ni los resultados de los exámenes. La familia agarró a su Michi como pudo, lo subió al carro del director del Festival de Salsa Cartagena en Clave, y se lo llevaron como van los artistas de este país, solos, sin protección del Estado, con la buena fe de la gente que los ama y con la divina providencia por delante. En el Hospital Universitario Michi, con 83 años de edad, tuvo que someterse nuevamente a una endoscopia porque como si fuera un acto de mala fe, el Nuevo Hospital Bocagrande cumplió su promesa de no entregar el resultado de la anterior.
Este duro episodio del maestro Michi Sarmiento no solo expone las vísceras de un sistema de salud perverso, sino que revela con dolor cómo los artistas, quienes mantienen a pulso los referentes de nuestra cacareada identidad cultural, alimentan las ínfulas de una nación que luego les da la espalda. El Estado se atraganta de orgullo con la gloria de nuestros artistas y luego les da la espalda, a veces, a través de la tolerancia ante un sistema de salud tan infame.
