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Mario Vargas Llosa y la libertad de mentir

Javier Ortiz Cassiani
05 de marzo de 2021 - 03:00 a. m.

En La llamada de la tribu, Mario Vargas Llosa nos presenta la obra y el pensamiento de los intelectuales que le sirvieron de diván para curarse del “trauma” que le causó su acercamiento y posterior decepción de la izquierda. Adam Smith, José Ortega y Gasset, Friedrich August von Hayek, Karl Popper, Raymond Aaron, Isaiah Berlin y Jean-François Revel conforman el equipo de intelectuales-terapeutas, y la prosa –siempre maravillosa del autor– pondera sus atributos como defensores excepcionales del liberalismo y de las libertades individuales. Por supuesto, es la visión de un paciente curado y agradecido, de modo que el énfasis no está en las contradicciones y paradojas, sino en la condición de cada uno de ellos como referentes en su definición como un sujeto liberal. No hay cabida en el libro para decir –como lo dijo Jordi Gracia, uno de los ensayistas que mejor ha estudiado el fascismo español– que en 1938, a pesar de no ser franquista, Ortega y Gasset colaboró con el Servicio Nacional de Propaganda, y que el falangismo español explotó su “progresivo conservadurismo” y “buena parte de su pensamiento aristocratizante, neonobiliario y de casta”.

Pero quizá el mayor ruido del libro está en la introducción: allí Vargas Llosa muestra a Margaret Thatcher y a Ronald Reagan como dos “grandes líderes sin complejos de autoridad”, que contribuyeron al desarrollo del liberalismo. De Thatcher dice que logró una revolución “hecha dentro de la más estricta legalidad”, y que antes de ella, si bien en Reino Unido se respetaban “las libertades públicas, las elecciones y la libertad de expresión”, el país de la Revolución Industrial estaba sumido en el letargo y “languidecía en una monótona mediocridad”. Todavía más complejo y colindante con la contradicción es el siguiente argumento: “Aunque en cuestiones económicas y políticas Ronald Reagan y Margaret Thatcher tenían una inequívoca orientación liberal, en muchas cuestiones sociales y morales defendían posiciones conservadoras y hasta reaccionarias –ninguno de ellos hubiera aceptado el matrimonio homosexual, el aborto, la legalización de las drogas o la eutanasia, que a mí me parecían reformas legítimas y necesarias– y en eso, desde luego, yo discrepaba de ellos. Pero, hechas las sumas y las restas, estoy convencido de que ambos prestaron un gran servicio a la cultura de la libertad. Y, en todo caso, a mí me ayudaron a convertirme en un liberal”. Creo que, hechas las sumas y las restas –para hacerle eco a su retórica–, defender el liberalismo y decir que te hiciste liberal por la influencia de Reagan y Thatcher es prácticamente lo mismo que defender al socialismo inspirado en Joseph Stalin.

Después de esto no es extraño que hace unos días dijera en su habitual columna del periódico El País, de España, que Iván Duque era el mejor presidente de América Latina y que –justo en el momento en que la JEP sacaba el informe donde establecía que por lo menos 6.402 víctimas del conflicto colombiano entre 2002-2008 eran falsos positivos­– Álvaro Uribe era un defensor de las libertades a pesar de la persecución que había sufrido por la extrema izquierda. Por supuesto, también volvió al mito de la democracia más sólida y a la herencia de los gramáticos del siglo XIX que nos legaron una tradición del mejor español hablado en América.

El problema no es que Vargas Llosa trate de mostrarnos lo contrario de lo que sucede en el país. Cualquiera que tenga media pulgada de sensatez sabe lo que verdaderamente ocurre. El problema es la irresponsabilidad de hacerlo desde el pedestal de su condición de premio nobel y de autoridad mundial de opinión. La libertad individual, que tanto defiende, no debe usarse para mentir. A menos que su apuesta por la libertad incluya también la libertad de mentir.

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Gonzalo(03064)08 de marzo de 2021 - 03:17 p. m.
Vargas Llosa no es más que un pregonero de los privilegios para unos pocos como él, que tiene nuestras supuestas democracias. Afortunadamente ni en Perú le creen.
Jahir(13183)06 de marzo de 2021 - 02:20 a. m.
Eduardo Pimental reconocido mediocre futbolista ya es comentarista político del Uribismo. Faustino Asprilla anda pregonando el Uribismo a todo viento. El actor Jorge Cárdenas anda preparando leyes para ser presentadas por el Uribismo en el Congreso. Cualquier escritor o periodista tienen la misma licencia para venerar el poder de la mafia del Ñoño Hernández.
Octavio(20279)06 de marzo de 2021 - 01:53 a. m.
...Por algo el pueblo peruano no le aposto a su candidatura.. se ahorraron un tirano y se ganaron otro con Fujimory. Quizá, de haber sido presidente, sus infamías no le hubieran alcanzado para el nobel, ahora posa de resocializado, nunca fue izquierdista por convicción, solo se extravió de causa, como quien se extravia de barrio, pero logra reorientarse hacia las alamedas que extraña y anhela.
Victor(56298)06 de marzo de 2021 - 01:25 a. m.
La mejor critica es el ejemplo, el señor Ortiz cae en lo mismo en su conclusión, ''defender el liberalismo y decir que te hiciste liberal por la influencia de Reagan y Thatcher es prácticamente lo mismo que defender al socialismo inspirado en Joseph Stalin''. Acaso hay socialismo en Rusia después de Stalin? Y posar liberal sin rechazar la dominación extranjera sobre los paises débiles ?
HERNANDO(11264)05 de marzo de 2021 - 10:31 p. m.
Excelente radiografía del burgés que nunca dejo de serlo
  • hugo(03852)06 de marzo de 2021 - 01:58 a. m.
    Si, señor.
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