Un aviso publicitario en un paradero del transporte urbano es una imagen cotidiana. En Bogotá abundan. La gente pasa frente a ellos sin fijarse en los detalles, en parte porque los afanes diarios de una ciudad populosa no lo permiten, en parte porque a veces el ojo no está entrenado para ver ciertas cosas. Pero hay gente que sí tiene el ojo alerta cuando se trata de temas que interpelan sus sensibilidades. Le pasó a la joven Claudia Taboada con la imagen publicitaria de un paradero a pocos metros del lugar donde vive, cerca al centro de Bogotá. Algo en esa imagen le llamó la atención y decidió tomar una foto y mandarla a sus amigos y compañeros de trabajo.
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Se trataba del aviso de una campaña de la Alcaldía Mayor de Bogotá, desarrollada por el Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud (Idipron) en contra de la explotación sexual de niños y adolescentes. Hasta ahí todo dentro de la lógica de la misión de una institución comprometida con el rechazo a esta práctica aberrante que cada vez se agudiza más, no sólo en Bogotá sino en todo el país. Después se instaló el ruido. En el anuncio, al fondo, está la imagen difuminada de una niña con trenzas y vestido amarillo que mira al frente con la cabeza levemente inclinada hacia nuestra izquierda. En primer plano, las manos de dos personas que realizan una transacción comercial. La de la derecha, la que sostiene el mazo de billetes, es decir, la que se dispone a pagar por el servicio de la menor, es la mano de un sujeto de piel negra (afrodescendiente) con grandes anillos en cada uno de sus dedos, una pulsera vistosa que le da dos vueltas a la muñeca y un reloj de oro.
Este tipo de situaciones deben usarse para llamar a la reflexión sobre la responsabilidad de los medios de comunicación y la falta de protocolos claros que eviten la emisión de mensajes que afectan a ciertos grupos poblacionales. También deberían alertar sobre la falta de planificación y coordinación interna en las dependencias oficiales. Sabemos que existe una oficina de asuntos étnicos en la Alcaldía de Bogotá, pues parte de sus funciones deberían ser la agudización de los sentidos y el cultivo de la sensibilidad para que este tipo de mensajes incómodos no se filtren.
Un aviso publicitario en un paradero del transporte urbano es una imagen cotidiana, lo que no debe ser cotidiano es el racismo.
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