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24 Nov 2022 - 5:30 a. m.

Viñetas del pasado Mundial

I

Si los alemanes fueran como los argentinos, un diario alemán compararía la eliminación del Mundial con los bombardeos a Berlín. En Argentina no existen las óperas de Wagner para ambientar la gloria y la derrota con elegancia estoica; hay una educación sentimental inspirada en gauchos indomables, milongas y tangos hemofílicos, culebrones de Libertad Lamarque y código villero. Dos horas después de la derrota alemana, Matthäuss, de corbata perfectamente anudada, veía el siguiente encuentro; Maradona no llegó. El día anterior había sido hospitalizado y dormía la resaca en una clínica. Quizás por eso —solo quizás—, ningún alemán anotará en un Mundial un gol de peladero, con una galopada de 60 metros, driblando rivales, engolosinado en su megalomanía cursi e ingeniosa.

II

Cuando la idea de juego no es clara, la testosterona no basta. Argentina creyó que alcanzaba con poner huevos en las líneas. En la banda oriental se sabe de cojones, alguna vez putearon al mismísimo templo universal del fútbol. Pero hace rato Uruguay es más que eso. Orden, salida y talento depredador. Argentina jubiló temprano a un técnico que en los últimos partidos ocupó el simple papel de reclamar a los árbitros desde la raya. Uruguay tiene un director al que respetan sin que grite. Gana el fútbol con la salida de Portugal y Argentina, frena la dicotomía mediática y reduccionista: Messi-Cristiano, Barcelona-Madrid… Los poseídos piques de Mbappé demuestran que la cosa arrancó y la especulación empieza a quedar atrás.

III

Los que nunca han ganado nada renuevan cada tanto las alegorías de consuelo. Colombia enfrentó a Inglaterra pensando en reemplazar al escorpión que años atrás dejó su ponzoña en Wembley. Un chico alto de un pueblo negro se suspendió por los aires y bajó los sueños a niveles manoseables. Los ingleses también tenían planes de jubilación. En las tribunas se cantaba el “God Save the Queen”, pero su fútbol no es ya una exhibición de lores que no simulan ni estafan al reloj. Suecia también dejó algo en casa, sin su máxima estrella dominó a Suiza, una selección de inmigrantes con camiseta de varias patrias en el corazón. Avanza el Mundial con sus complejas formas de revelar a las naciones.

IV

Asistido por la metáfora del triunfo, dos meses después de la final del Mundial de Sudáfrica 2010, Iniesta describió su gol a Holanda: “Cesc me dio un pase, entonces apareció Newton...”. Hoy no hubo poética de la gravedad. España ya no es la escuadra de Iniesta sino una versión adulterada del mismo club que en la víspera sacó la chequera y encandiló a quien era su técnico. En Moscú no hacía frío, pero Rusia ganó con estética siberiana: aguante, músculo, calambres y un guiño a las formas militares de la revisitada Unión Soviética. Croacia y Dinamarca timaron con goles tempraneros, pero entonces apareció el letargo. Fueron dos recitales largos y pesados en que los ganadores precisaron sus triunfos con metáforas de aburrimiento.

V

Aztecas y mayas practicaban el juego de pelota. Pero no es tan remota la memoria del fútbol. Hay tradiciones que cuajan en menos tiempo, magias que necesitan menos ritualidad. Esto no se fundó en Chichén Itzá o Teotihuacán. Cruzó el Atlántico y se reinventó en los campos de São Paulo, en las playas de Rio. México sabía que tenía la tradición al frente y no detrás. Hace poco, insolente, irrespetó a una Alemania que todavía tenía el honor invicto. Pero Brasil pisó el balón, llamó al orden. No fue una jornada para milenarios. Japón —la nación de los temblores— sacudió a Bélgica. No le alcanzó. Como si quisiera darse un descanso de tanto vértigo, el Mundial volvió al libreto.

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