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Violencia en las cartografías de los inocentes

Javier Ortiz Cassiani

13 de febrero de 2025 - 12:05 a. m.
“En el batallón de Infantería No. 2 La Popa se tejieron alianzas entre el paramilitarismo y autoridades militares”: Javier Ortiz Cassiani.
Foto: Néstor De Ávila

Era parte de la cartografía de la infancia. Un límite de la proeza en la aventura que significaba a nuestra edad el abandono de las certezas de la cuadra en un barrio en la frontera al noroeste de Valledupar. A veces, cuando incursionábamos en el pozo de una de las acequias que bordeaba el cerro, se podía escuchar el tableteo de los fusiles y ver a la distancia la silueta de los soldados que hacían polígono a media mañana o cayendo la tarde. Hablo del cerro La Popa; hablo del Batallón de Infantería No. 2 La Popa, que queda a sus pies.

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Fuimos creciendo y nuestros límites se fueron ensanchando. También se complejizaron los acuerdos en un territorio cuyas élites no estaban dispuestas a renunciar a las ventajas materiales y simbólicas que habían disfrutado a lo largo de la historia. Los temores al cerro y al batallón La Popa dejaron de ser los de unos infantes que en la limitación mental de su cartografía pensaban que entraban a los terrenos de lo insondable, o el de los chicos que sorprendía el ejército en las famosas batidas –ahora ilegales– y eran montados en camiones, llevados hasta el batallón y obligados a prestar el servicio militar. En ese batallón se tejieron las alianzas entre el paramilitarismo y las autoridades militares oficiales que llenaron el territorio de los acordeones y los cañaguates florecidos de muertos, amenazados, torturados y desaparecidos.

Esa alianza convirtió al cementerio Jardines del Ecce Homo, en las afueras de Valledupar, en una fosa común. Allí se enterraban en bolsas plásticas a los que eran asesinados en las poblaciones cercanas a la ciudad desde los años noventa del siglo pasado, hasta mediados de los años 2000 del presente siglo. En julio del año pasado se exhumaron 287 cadáveres en el cementerio, de los cuales al menos 108 son considerados cuerpos que corresponden a víctimas de conflicto armado en un rango de edad entre los 20 y los 30 años. El análisis de los restos –una de las exhumaciones de desaparecidos más grandes de todas las que ha hecho el Sistema Integral para la Paz desde su creación en 2016, en el que participaron durante 11 días un número considerable de técnicos forenses, investigadores y funcionarios de la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas y de la Unidad de Investigación de y Acusación de la JEP– nos muestra las prácticas y patrones de la violencia en la zona en los últimos veinticinco años.

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En menos de tres meses comenzará el festival vallenato. Pronto el cerro La Popa se vestirá todo de amarillo en uno de los espectáculos de la naturaleza más impresionantes. Ni los acordeones dejaron de sonar ni el cerro de florecer cuando se asesinaba gente sistemáticamente para meterlas en bolsas plásticas y enterrarlas en un cementerio sin ninguna clase de rituales funerarios. En Valledupar todo queda cerca, por lo menos así lo puedo ver ahora en la dimensión de la cartografía mental de persona adulta. No hay mucha distancia entre el Batallón La Popa, el Parque de la Leyenda Vallenata y el cementerio Jardines del Ecce Homo. No pretendo que esta vez los acordeones dejen de sonar –y por fortuna los cañaguates y los puy seguirán floreciendo para esa época–, pero sí sería apenas un acto de profundo respeto con las victimas hacer algún tipo de evento conmemorativo para esos días, justo en los momentos en que el país tiene los ojos puestos en ese lugar de la nación. Dejo la inquietud a quienes corresponda.

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