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Tiene razón mi amigo Tolis: “Estamos tan acostumbrados a perder que cuando ganamos no sabemos qué hacer”.
Esta vez no faltó el centavo para el peso. Noticias Caracol presentó al presidente electo con un excelente perfil titulado: “Las eternas luchas de Gustavo Petro”. Quedarán en la memoria colectiva las imágenes de los pueblos indígenas desplazándose desde sus comunidades para votar, no por causa de la violencia. El carnaval de la gente de Timbiquí recorriendo las calles, no para denunciar masacres, sino celebrando el triunfo. Los retratos de Francia y de Petro iluminaron las fachadas y las pantallas de los edificios. La fuerza decisiva de la juventud y las mujeres expresó su voluntad en las urnas. La alegría popular se manifestó sin dejar a su paso la resaca de destrucción que altas conquistas deportivas han producido. Lágrimas de millares de personas perplejas porque en esta ocasión el miedo no se impuso sobre la esperanza.
Subvirtiendo la gramática, poniendo los puntos sobre las íes, proclamando “Soy porque somos”, invocando a los ancestros y a las ancestras, reivindicando a las nadies y a los nadies, la alocución de Francia fue contundente, esclarecedora. Es posible cambiar la historia de Colombia. Somos Pacífico. Somos Caribe. Llegó la hora del gobierno de las manos callosas. Vamos a reconciliar este país. A perdonar para avanzar. A cuidar la madre tierra, la casa grande, la biodiversidad.
La presencia de Mockus, en pie contra toda adversidad, tampoco da lugar a equívocos: la ciudadanía tiene que participar, apropiarse de esta oportunidad. El cambio político requiere una incesante pedagogía, una reingeniería cultural. Igual de poderoso simbólicamente fue el retrato del asesinado joven Dylan Cruz sostenido en alto por su madre, mientras la multitud coreaba: ¡No más guerra! El gobernante ha de atender el clamor de las víctimas, no disfrazarse de victimario.
La jornada electoral del 19 de junio pasará a la historia por el ejemplo de tolerancia y civismo que dieron, tanto los 11.291.986 ganadores, como los 10.640.337 vencidos. Menos mal no ocurrió lo que algunos temían: no se incendió el país, ni se agarraron a plomo ni a palo ni a trompadas los seguidores de uno y otro bando. La Niña Mencha trinó que ganar no siempre deja buen sabor, que perder amigos por cuenta de una contienda política es horriblemente triste. Tiene toda la razón: solo podremos sentirnos ganadores si sanamos las heridas, las deudas y los odios que cargamos como sociedad.
Esta gesta apenas inicia. Abundarán las dificultades, los ataques, las frustraciones. Pero que nada nos quite la dimensión de lo alcanzado. Se queja mi amigo Tolis porque ahora lo quieren obligar a graduarse de vigilante, cuando él lo que quiere es ser ciudadano. No está muy lejos lo uno de lo otro. Si queremos vivir esta alternancia de poder sin perecer en el intento, tendremos que (perdón por el cliché) hacer parte del cambio, empezando por superar el dogmatismo, el clasismo, el racismo y el pesimismo que nos han marcado durante siglos. En palabras del actor Julián Román, lo que se nos viene es trabajo por este país. Vamos a camellar para vivir sabroso.
Cierro con los versos del poema “Solidaridad”, que a modo de cierre de campaña compartí desde la solitaria bodega de mi muro:
Ante la inclemencia del diluvio,
para contener el mar,
cada cual puso
un grano de arena.
Coda:
Soplan vientos de cambio. Amaranta Hank pide que la nombren ministra de Educación Sexual. Al calor de la coyuntura, con el sentido de urgencia que la situación requiere, pongo mi hoja de vida a su consideración como bisexministro.
