En el camino

Grietas olímpicas en la casa Char

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John Galán Casanova
16 de septiembre de 2023 - 02:00 a. m.
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La noche del jueves 7 de septiembre, mientras millones de hinchas veíamos el inicio de la eliminatoria mundialista entre Colombia y Venezuela, y mientras centenares de personas abarrotaban la biblioteca del Gimnasio Moderno para asistir al lanzamiento del libro La Costa Nostra, el exsenador Arturo Char era capturado al llegar a Barranquilla en un vuelo privado procedente de Miami.

Escaneando la página 188 de su libro, la periodista Laura Ardila, autora de La Costa Nostra, dio la bienvenida al excongresista con el siguiente trino: “Arturo Char fue quien citó la reunión en la que Julio Gerlein y Aida Merlano sellaron con los Char la alianza tras la cual se activó una red de compra masiva de votos. Lo detalla La Costa Nostra, gracias a un trabajo de reportería que viene de 2017. No hay plazo que no se cumpla”. Meses atrás, el 10 de marzo, cuando Aida Merlano llegó al país deportada desde Venezuela, su abogado vaticinó lo que tarde o temprano iba a ocurrir: “Hoy tembló en Colombia y debe haber unas réplicas importantes en la costa Caribe”.

Citando e ilustrando la tesis del economista James Robinson, quien plantea que el caos y la ilegalidad que aquejan a Colombia son fruto de una forma de gobierno en la que élites políticas nacionales corruptas delegan el manejo de las zonas periféricas en élites locales corruptas, La Costa Nostra despliega una aguda radiografía del origen, auge y actual crisis del clan político más poderoso del país, caracterizado por ser “una particular mezcla entre gestión pública eficaz y desarrollo y una alta ausencia de escrúpulos y de sentido democrático”, un engendro siamés “entre lo corporativo y la cosa política, que representa bien el proyecto vital charista”.

El libro traza una esclarecedora crónica de la historia política reciente de Barranquilla, desde el desgreño administrativo que llegó a su clímax con la crisis sanitaria de la ciudad en 1984, el surgimiento del fenómeno político del cura Bernardo Hoyos y la posterior debacle de su Movimiento Ciudadano, que abonó el terreno para el surgimiento de Alejandro Char como principal artífice de la Revolución del cemento en La Arenosa, de la mano de megacontratistas como los hermanos José Manuel y Christian Daes, con antecedentes judiciales en los Estados Unidos por nexos con el Cartel de Cali.

Son muchos y muy encopetados los rabos de paja que quedan expuestos a lo largo de La Costa Nostra. Empezando por el del patriarca del clan, Fuad Char, a quien los Estados Unidos le retiró la visa en 1994, sindicado de respaldar una estructura del Cartel de la Costa conformada por tres de sus hermanos. Y continuando con el de su hijo Alejandro, a quien como constructor privado se le resquebrajaron los apartamentos que levantó en el barrio Campo Alegre, y con el del menor de los vástagos Char, Arturo, el músico capturado que tendrá mucho por cantar ante la Corte Suprema. A estos representantes de la élite gobernante barranquillera se le suman personalidades nacionales que pasan de agache como Germán Vargas Lleras, jefe natural de un partido célebre por repartir avales a políticos cuestionados, y como Rodrigo Lara Restrepo, el Batman cachaco que viajó hasta La Guajira para impulsar la candidatura de Oneida Pinto, ficha del convicto homicida Kiko Gómez.

Con tantos callos que se atreve a pisar, era de esperar que los afectados hicieran lo posible por boicotear la aparición de La Costa Nostra. Lo lograron al conseguir que Planeta desistiera de su intención inicial de publicarlo, pero no calcularon que ese amago de censura generaría un vigoroso movimiento de apoyo para garantizar la impresión y divulgación del libro, que a quince días de ser publicado ha agotado su primera edición de diez mil ejemplares, afianzándose como el título de no ficción más vendido del país. Tal como lo afirma Ana Bejarano en la contraportada, “la historia de la publicación de La Costa Nostra es la prueba de que sí existen poderosos que temen a la verdad en Colombia, pero también de que no siempre imponen el silencio”.

Por lo pronto, mientras los Char y su comparsa de megacontratistas se afanan por restañar el teflón de su agrietado imperio, la Feria del Libro de Barranquilla, que por falta de recursos estuvo a punto de ser cancelada, gracias al salvavidas lanzado en buena hora por el Ministerio de Cultura se apresta a brindar a sus visitantes la historia no autorizada del grupo político regional más poderoso de Colombia, el cual, reflejando lo que la prologuista Juanita León llama “la tragedia de la política colombiana”, tras surgir como una opción contra el clientelismo tradicional, tres décadas después es símbolo de la más rancia y sofisticada politiquería.

John Galán Casanova

Por John Galán Casanova

Poeta y ensayista bogotano. Premio nacional de poesía joven Colcultura, 1993. Premio internacional de poesía "Villa de Cox", 2009.
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