Publicidad

En el camino

Luis Tejada Cano (I)

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
John Galán Casanova
13 de abril de 2024 - 09:05 a. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

1917: Primera crónica en El Espectador

El veterano Daniel Samper Pizano y la joven Lina Alonso se han encargado de recordarnos que este año se cumple un siglo de la muerte del genial cronista paisa Luis Tejada Cano, nacido el 7 de febrero de 1898 en Barbosa, y fallecido 26 años después, el 17 de septiembre de 1924, en Girardot.

Como Tejada no es un autor canónico, la institucionalidad cultural no volcará su agenda en esta conmemoración, encaminando sus esfuerzos a celebrar el centenario de La vorágine; este sí un texto arropado por el manto de la consagración oficial.

Para apoyar la causa de rescatar su legado, dedicaré varias columnas a destacar episodios significativos de su vida, empezando por registrar la aparición de la primera crónica que publicó en este diario, el jueves 6 de septiembre de 1917.

Tejada tenía nexos familiares con los fundadores de El Espectador. Se dice que su abuelo materno, el educador Rodolfo Cano, primo de Fidel Cano, le habría enseñado a leer al pequeño Luis en las páginas del periódico liberal que hacia 1917 completaba tres décadas de oposición al régimen conservador que gobernó al país durante medio siglo, entre 1880 y 1930.

En una entrevista concedida a la revista Cromos meses antes de morir, Tejada contó cómo hizo para ofrecerle sus servicios a Luis Cano, el entonces director de El Espectador en Bogotá: “Luis estaba en su oficina, perdido entre un escritorio repleto de papeles. Era la época de los temblores. Luis, con ‘relativo’ mal humor, me manifestó que estaba muy ocupado haciendo el editorial; que su casa se había venido al suelo, que su familia estaba viviendo en un carro del ferrocarril… ‘Pero, —añadió— escriba algo y tráigalo aquí’”.

Entusiasta, Tejada se fue para el salón de la Telegrafía y allí, “con papel y tinta del gobierno”, escribió La bisabuela, un relato familiar donde hiló remembranzas de su infancia rural antioqueña. Luis Cano rechazó ese primer intento por una poderosa razón periodística: “¡La crónica no era de actualidad!”. El novel redactor captó la lección. Entonces escribió Las noticias alarmantes, acerca de la serie de temblores que mantenía en vilo a los bogotanos desde finales de aquel agosto: “Hace cinco días nadie duerme en esta ciudad de los sustos. Los nervios han llegado al máximum de irritación. Estamos, pues, muriéndonos de miedo. De miedo a ese monstruo invisible que pasa apachurrando las casas como huevos y haciendo morir las viejecitas sin confesión”.

No era para menos: las iglesias de Guadalupe y Chapinero se habían venido abajo, y doce personas habían muerto. El pánico se apoderó de la ciudad. Por miedo a dormir en las casas, la gente amanecía en la calle orando y pidiendo misericordia. Un incendio en la cima de Monserrate hizo correr el rumor, aún vigente, de que el cerro era un volcán y haría erupción de un momento a otro. Los diarios conservadores aprovecharon la zozobra para exacerbar los remordimientos y el temor a la ira divina. Por el contrario, Tejada entendió que su función como comentarista era la de tranquilizar los ánimos y llamar a la cordura: “En vez de aterrorizar, se podría sacar algo bueno de estos fenómenos explicando su naturalidad y destruyendo ciertas supersticiones extravagantes que entorpecen la mente de las multitudes. (…) Los padres en sus casas, los maestros en sus cátedras y los periodistas en sus papeles, debían aunarse para destruir esas creencias absurdas que priman en el pueblo”.

Esta vez Luis Cano se mostró conforme, le pagó sesenta centavos, y a partir de esa fecha, a sus 19 años, Tejada empezó a publicar sus escritos en el diario opositor más importante de la época, lo cual le permitiría ingresar por la puerta grande a los anales de la crónica literaria y el periodismo crítico en Colombia.

Coda: Para ser justos, a la institucionalidad cultural ―en este caso, al Idartes― debemos la aparición en noviembre pasado de La oración de la última rana y otras crónicas, un volumen con 39 deslumbrantes textos de Tejada.

Edición dominical de El Espectador en homenaje a Luis Tejada, octubre 19 de 1924. Retrato de Ricardo Rendón.
Edición dominical de El Espectador en homenaje a Luis Tejada, octubre 19 de 1924. Retrato de Ricardo Rendón.
Foto: El Espectador
John Galán Casanova

Por John Galán Casanova

Poeta y ensayista bogotano. Premio nacional de poesía joven Colcultura, 1993. Premio internacional de poesía "Villa de Cox", 2009.
Conoce más

 

jorge(86724)28 de abril de 2024 - 10:23 p. m.
Que necesidad John, que necesidad de destacar la figura de Tejada Cano - totalmente valido y necesario- denigrando de la gran Voragine, que necesidad😒
Jesus(15239)16 de abril de 2024 - 12:57 p. m.
Por que su temprana muerte ?
Mario(196)14 de abril de 2024 - 12:59 a. m.
Gracias por este recuento, y pequeña muestra de como con integridad, se defendían en otros tiempos los hechos y la verdad, por encima de la desinformación al servicio de la superstición y los prejuicios.
Gines(86371)13 de abril de 2024 - 06:50 p. m.
Interesante el traer a nuestros tiempos, plumas egregias ya desaparecidas. ¡Muy bien, John! Pendientes de el: continuará. ¡Felicitaciones!
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.