En octubre se cumplirán veinte años de la Operación Orión, “la acción armada de mayor envergadura realizada en un territorio urbano a raíz del conflicto armado en Colombia”, según el informe La huella invisible de la guerra. Desplazamiento forzado en la Comuna 13, realizado por el Centro Nacional de Memoria Histórica. Un crimen de Estado ejecutado por más de 1.500 hombres del ejército, la policía y paramilitares del Bloque Nutibara que, so pretexto de aniquilar las células guerrilleras allí asentadas, emprendieron una acción de tierra arrasada que dejó un saldo de centenares de muertos, desplazados y desaparecidos, cuya responsabilidad política nunca asumida recae en hombros del entonces presidente, Álvaro Uribe, su ministra de Defensa, Marta Lucía Ramírez, el exalcalde de Medellín, Luis Pérez, el excomandante de la IV Brigada, Mario Montoya y el excomandante de la Policía Metropolitana, Leonardo Gallego.
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En octubre se cumplirán veinte años de la Operación Orión, “la acción armada de mayor envergadura realizada en un territorio urbano a raíz del conflicto armado en Colombia”, según el informe La huella invisible de la guerra. Desplazamiento forzado en la Comuna 13, realizado por el Centro Nacional de Memoria Histórica. Un crimen de Estado ejecutado por más de 1.500 hombres del ejército, la policía y paramilitares del Bloque Nutibara que, so pretexto de aniquilar las células guerrilleras allí asentadas, emprendieron una acción de tierra arrasada que dejó un saldo de centenares de muertos, desplazados y desaparecidos, cuya responsabilidad política nunca asumida recae en hombros del entonces presidente, Álvaro Uribe, su ministra de Defensa, Marta Lucía Ramírez, el exalcalde de Medellín, Luis Pérez, el excomandante de la IV Brigada, Mario Montoya y el excomandante de la Policía Metropolitana, Leonardo Gallego.
Sobre el tema hay miles de páginas de reportes oficiales y periodísticos que no agotan la barbarie de lo que allí se vivió. Una foto de Jesús Abad Colorado donde se ve a un paramilitar encapuchado guiando a soldados del Grupo de Fuerzas Especiales Urbanas subsiste como huella indeleble de esa alianza maldita. El periodista Ricardo Aricapa dio su versión de lo ocurrido en el libro Comuna 13: crónica de una guerra urbana (2005). A partir de testimonios de sobrevivientes, el policía comunitario Yoni Rendón, que llegó a la zona años después, publicó Comuna 13 de Medellín. El drama del Conflicto Armado (2007). El año pasado apareció La sombra de Orión, novela de Pablo Montoya. A ese acervo infinito se suma ahora Comuna 13. Muerte bajo la lluvia de Orión, un conjunto desgarrador de crónicas escritas por Róbinson Úsuga Henao, periodista y habitante del sector.
A Róbinson lo conocí en 1999, siendo él un colegial del grado once y yo el coordinador del taller literario que comenzó a sesionar ese año en la Biblioteca Centro Occidental de Comfenalco, situada ―y posteriormente sitiada― en el corazón de la Comuna 13. A la hora de buscar un nombre para el taller, Milena Sierra, una de las integrantes, propuso llamarlo Cantera debido a los yacimientos de arena y grava característicos de la zona, pero también considerando que esa palabra designa, tanto el talento, ingenio y capacidad que muestra alguna persona, como el lugar de procedencia de individuos especialmente dotados para una determinada actividad. Mal podíamos imaginar en ese momento que, como lo atestigua uno de los testimonios recogidos por Róbinson, esas lomas pronto se convertirían en una inmensa cantera de muertos y desaparecidos: “La montaña de atrás quedó triste. Primero uno subía allí muy contento, en paseos en los que hacíamos fogata y comíamos frutas. Pero quedaron rumores de que por ahí enterraron minas quiebrapatas y cavaron fosas comunes. Por eso la montaña se volvió espectral, como si por allí pudieran verse los muertos”.
Son palabras de William Díaz, también integrante de Cantera, a quien Róbinson entrevista como otra “alterada y entristecida víctima de operaciones militares en un extremo de la ciudad”: “Cuando el gobierno llegaba a recuperar la zona, aquí, en el barrio, los veíamos como otro grupo más. Y los militares sí que traían abundante munición, que disparaban sin escatimar. Para nosotros no significaba que llegaran los libertadores, o que el gobierno quisiera hacer algo por nosotros. No, era un grupo más, otra posibilidad de morirse, y eso era todo. Nunca he sentido respeto por el gobierno ni por la policía porque no me he sentido seguro con ellos. […] A muchos nos dejaron sin el deseo de aferrarnos a la vida, de tener esperanzas, de creer que la justicia existe”.
A Juan Diego Ramírez, otro aprendiz de Cantera, le mataron a su hermano Elkin y quisieron presentarlo como un falso positivo. “Muerte bajo la lluvia de Orión”, la crónica que da título al libro, cuenta su caso. Así, entre helicópteros, tanquetas y fusiles, página a página afloran las víctimas de esta comunidad acosada y agredida: está Gloria, una joven madre inválida a causa de un disparo; está John Dairo, el bibliotecario a quien “la sombra espesa de la guerra” le hizo abandonar su hogar y su labor; está María Isabel, la niña de seis años muerta por una bala perdida; está Óscar Iván, el amigo de William Díaz acribillado mientras jugaban un partido de fútbol; está Carlos Mario, el curtido enfermero al que los niños muertos o heridos le rompían su “coraza de desapego profesional”.
Le pregunté a Róbinson qué lo motivó a publicar este libro después de tanto tiempo y me respondió: “Han pasado veinte años, pero todavía hay mucho para contar porque el daño que causaron los actores armados fue inmenso. Ahora algunas personas que visitan Medellín en calidad de turistas piensan que la Comuna 13 es un parche de turismo, y sí, quizá también de resistencia. Pero para entender la resistencia tienen que leer las historias y la cotidianidad de esa violencia a la que tuvimos que sobrevivir. Es la búsqueda por mantener la memoria, y en eso no podemos claudicar”.
Tiene toda la razón mi querido, adolorido y consagrado Róbinson. Cierro la nota con una frase de Alejandro Ospina, otro escribiente de la dulce Cantera de El Salado: “en la guerra con la vida, temes tener más bajas que seres queridos”.