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El 15 de septiembre, en un consejo de ministros televisado, el presidente hizo una aseveración que provocó tremendo revuelo. Mientras defendía la identidad fluida de la ministra de Igualdad Juan Carlos Florián, aquel día Petro comentó:
―Una mujer libre hace lo que se le da la gana con su clítoris y con su cerebro, y si sabe acompasarlos, pues será una gran mujer.
Muchas personas, sobre todo mujeres, se sintieron ofendidas. Muchas personas, sobre todo hombres, se sintieron confundidos. Edna Bonilla, exsecretaria de Educación de Bogotá, calificó de profundamente irrespetuoso afirmar que el éxito de una mujer depende de acompasar el clítoris con el cerebro; andreawagnerwagner78 comentó en Instagram que esa manera de hablar provocaba vergüenza, y que un presidente que avergüence a su pueblo pierde el derecho moral de representarlo.
En un largo trino, Petro se defendió. Planteó que el hecho de ocultar los nombres de ciertos músculos y glándulas y órganos es más grosero que mencionarlos. Que la energía sexual no es pecaminosa. Que saber de la sexualidad hace parte de la educación. Que la vida sexual se debe acompañar con la vida intelectual y que el cerebro es un órgano sexual e intelectual. Que la ignorancia genera embarazos indeseados y que son libres las mujeres y hombres que saben de su cuerpo y de su mente.
Son planteamientos sensatos. Me temo que lo que ocurrió en este caso es que, por ser explícito y atreverse a nombrar el innombrable clítoris, el presidente fue incomprendido. Lo que tal vez quiso decir en el consejo de ministros es que una mujer plena tiene la facultad de acompasar el saber y el placer en su vida. Tal y como lo afirma Florence Thomas en su artículo “Dos o tres cosas sobre el clítoris”, “una mujer que sabe y que goza es una mujer tenazmente subversiva para una cultura de hombres que ha alejado a las mujeres del saber y del placer durante tantos siglos. (…) Nunca más el varón-sujeto estará solo. Tiene al frente una mujer-sujeto que sabe, habla, desea y goza”.
En mi opinión, Petro incluso se quedó corto en su planteamiento. Como complemento a su primera afirmación debió haber agregado: “Un hombre libre hace lo que se le da la gana con su pene y con su cerebro, y si sabe acompasarlos, pues será un gran hombre”. Así quizá le habríamos entendido mejor. Es más, si quería revolucionar los anales de nuestra sexualidad, el presidente hubiera podido aprovechar la oportunidad y añadir: “Un hombre libre hace lo que se le da la gana con su pene, su ano, su cerebro, su piel y todo su cuerpo, y si sabe acompasarlos, pues será un gran hombre. Del mismo modo, en el sentido contrario, una mujer libre hace lo que se le da la gana con su clítoris, su ano, su cerebro, su piel y todo su cuerpo, y si sabe acompasarlos, pues será una gran mujer”.
Cosa muy distinta pensaron Tatiana Echavarría, quien interpuso una tutela alegando que el comentario del presidente “relega a la mujer a un papel meramente corporal, dañando la dignidad y autonomía femenina”, y el juez Milton Miranda, quien le dio la razón al concluir que dicha aseveración “reproduce estereotipos de género de tipo sexista y patriarcal que afectan directamente la integridad moral, la dignidad, la igualdad y el libre desarrollo de la personalidad de las mujeres”.
Aunque alegó que el franquismo estaba de vuelta, Petro tuvo que rectificar. Con ánimo reflexivo y constructivo, en un video publicado el día internacional de la no violencia contra la mujer, presentó excusas a las colombianas que se sintieron ofendidas por sus palabras, y manifestó que, aunque científica, su forma de expresarse fue desafortunada, pues había dado pie “a que se entendiera una reducción de lo que nunca debe reducirse: la grandeza integral de las mujeres”.
Lamentablemente, tardó poco en borrar con el codo lo que había hecho con la mano. El primero de diciembre, ante la revelación comprobada de que un empresario amigo de Benedetti había intentado matar a su exesposa golpeándola en reiteradas ocasiones, en vez de mostrar indignación, el gobernante que días antes había prometido apoyar y defender a las mujeres trinó: “Yo no me meto en esas peleas. De ahí solo se sale aruñado por todas partes”.
Cínico, tildando de riña doméstica un intento de feminicidio, Petro peló de nuevo el cobre con las mujeres. Y aumentó la deuda con quienes, como manifestó Yolanda Reyes, creyeron que cambiar la mentalidad patriarcal sería parte esencial de un gobierno del cambio.
Incongruente con su discurso de avanzada, ese torpe trino de Petro muestra que, en los ámbitos reales de la paridad y de la violencia de género, lo que se puede esperar de él y de aquellos connotados maltratadores que lo rodean es… nanay cucas.
