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El canciller tilda de drogadicto al exembajador. La congresista progre tilda de sirvienta a la niñera. La niñera vuela a Venezuela con el exembajador. La exjefa de gabinete afirma que en todo momento y actuación protegió firmemente la institucionalidad con honestidad y transparencia. El presidente dice que no se han parado a pensar qué más podría haber hecho una joven mujer recién parida al perder siete mil dólares. Rabioso, sintiendo que no se le retribuye lo mucho que ha hecho por la historia del país, el exembajador se inmola ante la exjefa de gabinete y el resto del mundo.
No se trata (aún) de una serie de Netflix; fue el reality de la Semana en Colombia. Queriendo sondear el estado de la opinión pública, hice un pantallazo del momento político a partir de un trino de la senadora María José Pizarro, al confirmarse la salida de la exjefa de gabinete y del exembajador: “¿Cuándo en la historia del país un alto funcionario salió del Gobierno para garantizar una investigación? Hubo embajadores, ministros y expresidentes con laboratorios de cocaína, condenados por masacres, paramilitarismo y corrupción que siguieron en sus cargos. No somos lo mismo @petrogustavo”.
Las primeras réplicas, bajo el #somosonosomos, fueron de @sixxx y @lunxxx:
—No salieron, los “salieron”, que es diferente, sabe diferente y no se come igual.
—Hay que ser coherentes. Si salieron fue por la presión ejercida por medios y otros sectores. Se justificó la vulneración de derechos de mujeres trabajadoras del hogar como un tema de una mujer recién parida. El Estado Social de Derecho se respeta y listo.
Que la gente indignada es implacable, lo demuestran los dardos lanzados por @gambxxx, @eticxxx y @monxxx:
—Por favor gobiernen, y que los escándalos sean de uno en uno porque esa vaina ya es demasiado para los ciudadanos.
—El secuestro disparado en un doscientos por ciento y ustedes jugando a los fajos de billetes en maletines y chuzando a nadies.
—Hemos llegado al límite de los desaciertos, irresponsabilidades, extrema indolencia e incoherencia. Estamos navegando a la deriva en un caos de errores y mentiras.
Muchas personas respaldaron a la senadora Pizarro y le ratificaron su adhesión:
—María José: en mis vericuetos existenciales, con una fragancia de romanticismo, imagínate cómo sería cambiar la cultura política administrativa en Colombia. Ahora lo puedo ver, el cambio es real.
Trinos como el de Santiago Osorio, el congresista más joven del presente cuatrienio, procuraron recomponer el rumbo:
—La esperanza de millones de colombianos no puede arruinarse por las malas decisiones de quienes han optado por la politiquería y la corrupción. Nosotros llegamos para cumplirle a un país que viene exigiendo justicia social y este será nuestro único propósito. Firmes con la agenda del cambio que Colombia ha añorado por tantos años.
Pero aun entre quienes suscriben la proclama de Osorio se percibe un trasfondo de inquietud:
—De acuerdo, Mary, no somos como ellos; proceder decente, garantista y justo tiene que identificar a la administración. Seguros estamos de que el Gobierno no tolerará saboteos, corrupción ni nada que se le parezca. Empero, ¿será que nos alcanza?
La representante a la Cámara y líder estudiantil Jennifer Pedraza manifestó: “El presidente Petro, por quien voté en segunda vuelta, creó unas expectativas demasiado elevadas que no se cumplieron, en parte, por rodearse de personas de la política tradicional, como Armando Benedetti, y la agenda de cambio se embolató”.
Ante la atmósfera de pesimismo, resaltando indicadores macroeconómicos que ubican al país en el quinto puesto de crecimiento entre las naciones de la OCDE, Gustavo Bolívar exhortó: “Recomienden a los desinformados y a los manipulados que, si no nos quieren creer a nosotros, les crean a las cifras. Colombia va muy bien”.
¿Muy bien? Aquí entre nos, ojalá que nos alcance, compañero. Amanecerá y veremos. Esta historia, sin duda, continuará.
CODA
El miércoles, conjugando los extremos de la dualidad, Petro declaró ser el mandatario y el sirviente de su pueblo. En clave de cambio, ambos términos resultan inadecuados. El presidente ha debido presentarse, mejor, como gobernante y servidor. Pensar más en gobernar que en mandar. Reivindicar el servicio, la solidaridad, y desechar en la cloaca de la historia cualquier noción de servidumbre.
