Publicidad

En el camino

Vivir a tientas

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
John Galán Casanova
22 de noviembre de 2025 - 05:03 a. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

A sus 88 años, papá ya no consigue ver las zancadas de Luis Díaz en la pantalla, y mucho menos su manejo prodigioso del balón. Hace tiempo dejó de reconocer las letras de un libro y las teclas de su computadora. Es mejor servirle la comida en un plato blanco, si tiene flores pintadas intenta agarrarlas con el tenedor. Lo acompaño donde el oftalmólogo porque quiere preguntarle si hay alguna posibilidad de mejorar su visión.

Que el oftalmólogo se llame Rodrigo Miranda no es un invento mío sino de la realidad. Él heredó de su padre el nombre y la vocación de ayudarnos a ver, de abrirnos ventanas para mirar el mundo, como dice un poema de Robinson Quintero. Rodrigo conoce a papá desde hace décadas, después de un examen meticuloso confirma el diagnóstico que le dio dos años atrás: a causa del glaucoma, la palidez del nervio óptico es irreversible, una cirugía o alguno de los lentes de culo de botella que le hizo probar no son una opción.

Esa mañana, le escribí a Rodrigo antes de la consulta. Le dije que papá iba a pedirle lo imposible para recobrar su visión, y que lo que en ese momento yo creía que requeríamos de la consulta era que nos ayudara a asumir cómo hacer para ver en la penumbra, para vivir a tientas. Él me respondió: “Perder el sentido de la vista es de las condiciones más difíciles y retadoras de la existencia. Toda mi vida profesional la he dedicado a cuidar la visión de mis pacientes, y a veces llegamos a este punto, al que todavía no le encuentro antídotos ni respuestas. Sin embargo, veo en tu padre a un hombre excepcional, resiliente, gran luchador, un ganador de la vida”.

Papá es un sobreviviente, un héroe del quirófano. A raíz de un cáncer, le quitaron la tiroides, la laringe, parte del esternón, de la tráquea y media clavícula. No claudicó, flaqueó pero no se rindió. En tres hospitales luchó como un león amputado, cableado, canalizado. Desde entonces respira por un orificio en el pecho y habla mediante una laringe electrónica. “Perdí la voz, pero aún puedo escuchar boleros”, le escribió a un amigo músico. Cuando mi hermano Fernando lo llama y le pregunta cómo está, con su voz de robot le responde que ahí más o menos. En otro momento hubiera dicho que jodido pero contento. Cuando Fer indaga cómo le fue en la cita, le resume que no hay alternativa y que toca aguantar.

Vivir en la oscuridad es una frase fácil de escribir y difícil de sobrellevar. Pregonar el estoicismo ante la vejez y la discapacidad es fácil, lo difícil es encararlas día tras día. A estas alturas de su vida, papá tendrá que mirar el mundo con las yemas de los dedos y abrirse camino con un bastón. En la medida de lo posible, sin inutilizarlo, quienes lo rodeamos seremos extensiones de sus ojos y de sus pasos, acompañándolo a surcar la niebla.

¿Qué le queda al héroe del quirófano? El fervor, la fortaleza, la fe. Lo mucho que lo amamos y que nos ama. Lo poco que le queda del oído, la memoria, el lenguaje y las ganas de vivir. La inseparable música, el insuperable ritmo. Una dieta liviana y buen apetito. Los rigores del instante y un temeroso porvenir. Y la carga de ausencias y destiempo que siempre se reservó.

Escribo esta columna en Girardot, antes de regresar a Bogotá. Es duro partir dejando a papá en esta situación. Es duro ver su rostro abierto de par en par a la tristeza. Tras abordar el taxi, habiendo doblado la esquina, de vuelta a mis asuntos, algo en mí se empaña, algo de mí se inquieta en su quietud.

En medio de esta opaca y recia contienda, lo cuidaremos, esperando que la fatalidad prescinda de un asedio más atroz. Procuraremos propiciarle calma y alegría. Haremos de tripas corazón. Le encontraremos la comba al palo. Seremos su sombra entre las sombras, luz a través del túnel. Nos uniremos como los dedos de una mano para apoyarlo. Para ver con él en lo oscuro y vivir a tientas.

CODA

Tiene razón Ginés de Pasamonte: lo mío es el lamento. Se me dan bien las elegías, los reclamos, las pérdidas, la ira y el intenso dolor. El mundo me empuja sin piedad al columnismo literario lacrimógeno.

John Galán Casanova

Por John Galán Casanova

Poeta y ensayista bogotano. Premio nacional de poesía joven Colcultura, 1993. Premio internacional de poesía "Villa de Cox", 2009.
Conoce más

Temas recomendados:

 

DIEGO ARMANDO CRUZ CORTES(25270)23 de noviembre de 2025 - 02:21 p. m.
Cada vez más gracias a los avances cientificos el promedio de vida en años aumenta, sin embargo esa prolongación es a costa del bienestar y felicidad de la persona y de quienes le rodean, Nuestro instinto de supervivencia es muy fuerte y por eso aferrarse a la vida es un instinto primario. "Que vida es esta?" dirian las abuelas, es inevitable y cada vez con el envejicimento poblacional será mas frecuente cuestionarnos hasta donde llegaremo por prolongar el existir. Espero que avancemos en leyes.
Luz Helena Jaramillo(46036)22 de noviembre de 2025 - 09:49 p. m.
Yo lo que más amo es la eutanasia para un caso mío similar, como el de su padre. Fuerza.
Lucila Castro de Sanchez(60806)22 de noviembre de 2025 - 08:12 p. m.
Te recomiendo una pelîcula iranî,preciosa/ Los colores del cielo. Te va a gustsr.
Lucila Castro de Sanchez(60806)22 de noviembre de 2025 - 08:10 p. m.
Eres un duro,como dirîa un chino del colegio.El papâ sufre,mâs por los inconvenientes que les proporciona,no quisiera que fuera asî,pero asî es.Ese valiente padre,cuenta con una legiôn de luchadores,que son sus sentidos,su alma,su corazôn.Una historia,muy rara,ahora que la gente es tan insesnsible.Hurra!!! por todos.
Atenas (06773)22 de noviembre de 2025 - 02:36 p. m.
Constante eres, John, en mostrarte cual ser humano, con debilidades y fortalezas; en tanto te leía sobre la tragedia q' vive tu padre y el dolor familiar, me reafirmaba en q' tienes claro el sentido de la vida: estar en función de los demás.Y al detallar el arduo tránsito de tu padre en servicios de salud, ello te llevó, supongo, más rápido a medir el desastre de la correspondiente reforma en la vejez, y por lo cual, temprano, abjuraste de tu voto petrista: eres revisionista, una virtud.Atenas
  • Atenas (06773)22 de noviembre de 2025 - 07:57 p. m.
    Asoma su nariz de tonto el pobre diablo de Quico con sus habituales lugares comunes y exageraciones petristas como si a mí importara lo q’ piensen o juzguen quienes son presa de amarguras y frustraciones. Y cuán abundan en EE. Atenas.
  • Atenas (06773)22 de noviembre de 2025 - 07:48 p. m.
    No lo mencionaste vos, John, mas me tomé la licencia xq’ pa el análisis de lo q’ expuse me sirvió de referente; salvo q’ te haya molestado el haberte recordado la metida de patas. Atenas.
  • Gines de Pasamonte(86371)22 de noviembre de 2025 - 04:24 p. m.
    Por respeto a tu columna no pensaba responderle a este o esta mequetrefe, John. Habrás comprobado de primera mano la falta de tacto de esta "señora". No en vano es blanco de burlas y baldones permanentes en esta tribuna.
  • John Galán Casanova(88407)22 de noviembre de 2025 - 03:57 p. m.
    Agradezco la empatía ofrecida en los tres primeros renglones de su comentario, Atenas. Del tema político no se habla en esta columna, me parece una referencia improcedente.
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.