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En el camino

“Yoga”

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John Galán Casanova
10 de diciembre de 2022 - 05:01 a. m.
Yoga, por Emmanuel Carrère.
Yoga, por Emmanuel Carrère.
Foto: Anagrama
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El libro se llama Yoga, pero, según los editores, “no es un manual práctico sobre yoga, ni tampoco un bienintencionado libro de autoayuda”. Supe de su existencia gracias a un cuento de María Mercedes Andrade publicado en la revista El Malpensante donde la protagonista afirma que, sin exagerar, es el libro más hermoso que ha leído en muchos años.

En principio, su autor, el narrador francés Emmanuel Carrère, Premio Princesa de Asturias de las Letras 2021, practicante de yoga, meditación y taichí durante 30 años, creyó que sería útil y agradable escribir “un librito nada pretencioso” para clarificar estos temas a partir de su ínfima experiencia, “experiencia de aprendiz, obviamente, y no palabra de maestro”. Tan claro tenía su objetivo que empezó por imaginar la nota que llevaría la contraportada:

“Lo que llamo yoga no es solamente la beneficiosa gimnasia que tantas personas practicamos, sino un conjunto de disciplinas que buscan la ampliación y la unificación de la conciencia. El yoga dice que somos otra cosa que nuestro pequeño yo confuso, fragmentado, temeroso, y que podemos acceder a esa otra cosa”.

Carrère no sospechó que, al disponerse a crear su “librito risueño y ligero”, para lo cual se inscribió en un retiro intensivo de meditación, su vida, que él suponía armoniosa y fortificada, “avanzaba en realidad hacia el desastre”. Primero, porque al quinto día tuvo que abandonar abruptamente el retiro Vipassana para presidir el funeral de su amigo, el economista Bernard Maris, asesinado durante el atentado yihadista a la sede del semanario satírico Charlie Hebdo, el 7 de enero de 2015. Y luego, porque a esta tragedia se le sumó una crisis que acabó con su matrimonio y desencadenó una depresión que lo llevó a permanecer cuatro meses internado en un hospital psiquiátrico. Estas y otras peripecias son contadas magistralmente en Yoga, que de ser un proyecto ligero y sutil pasó a ser el testimonio de una temporada en el infierno donde se entremezclan el género autobiográfico, la novela, el ensayo, la crónica y la poesía.

En cierto modo, pese a la advertencia inicial de sus editores, Yoga sí resulta ser un manual, sobre todo acerca de la práctica de la meditación, ya que a lo largo del texto, siempre a partir de sus vivencias, Carrère se las arregla para desplegar una serie de definiciones que entreteje con el relato de sus venturas y fracturas. Aunque hacia el final del libro el propio autor las recapitula en una página memorable cuyo número no revelaré, siguiendo mis notas armé la siguiente sinopsis.

La meditación consiste en sentarse y permanecer inmóvil y en silencio. Todo cuanto ocurre interiormente durante ese tiempo es parte de la meditación. Así mismo, meditar implica crear una suerte de testigo que espía el remolino de pensamientos que bullen mientras se está inmóvil, sin dejarse arrastrar por ellos. La meditación permite ver y aceptar los pensamientos, las cosas y las personas (incluido uno mismo) tal como son.

Aprender a examinar el magma insondable que somos es propio de la meditación. Como lo es el hecho de aceptar que la vida tiene contrariedades, en vez de huir de ellas. Meditar ayuda a no juzgar, “o en todo caso a juzgar menos, un poco menos”. La séptima definición nos dice que meditar es prestar atención, empezando, primero que todo, por prestar atención a la respiración. Carrère cita una vieja grabación con la voz del maestro birmano S. N. Goenka: “Inhala, exhala… Observa las sensaciones. Tal vez pienses que al principio no experimentas las sensaciones dentro de tus fosas nasales, pero las hay continuamente, en cada milímetro de tu cuerpo… Recupera tus sensaciones. Con suavidad, con diligencia, con perseverancia. Vuelve al presente. El presente es tu respiración. Inhala, exhala”.

Meditar permite captar los vasos comunicantes entre lo interior y lo exterior. Es también la detención de las fluctuaciones mentales. A partir de un trabajo constante sobre el cuerpo y la respiración, la meditación enseña a observar, sosegar, enrarecer y eliminar los pensamientos parásitos que nos impiden ver las cosas tal como son.

La meditación incrementa y afina nuestra conciencia de que los demás existen. “Si no lo hace —dice Carrère—, si sigue siendo un asunto entre uno y uno mismo, no sirve para nada: es otra fruslería narcisista”. Ayuda a dejar de contarse historias, a disolver la capa de juicios y comentarios bajo los que sepultamos diligentemente las cosas.

El yoga, la meditación, el taichí y las artes marciales son mucho más que modas o pasatiempos; son vías de acceso, conocimiento y relación con el mundo que merecen ocupar un puesto en nuestra vida. La decimocuarta y última definición de Carrère postula que, en el espacio infinito que se abre en el interior de uno mismo, la meditación permite excavar, abrir vías circulatorias y presionar para que algo nazca, en un proceso progresivo a nivel óseo, muscular, celular y molecular.

La idea es llegar a adquirir un grado de conciencia tal que permita que cada acto cotidiano realizado con atención y amor se convierta en una ocasión para meditar, ya sea que uno se encuentre practicando yoga, montando bici, leyendo, conversando, cocinando, copulando o, incluso, meando y cagando.

“Estoy convencido de que —concluye humilde y magníficamente el autor— a fuerza de prestar atención a la piel y a lo que hay debajo, a la inspiración y la espiración, a la bomba de latidos del corazón, a la circulación de la sangre, al flujo y reflujo de los pensamientos, a fuerza de zambullirte en esa red infinitamente tenue de sensaciones y de conciencia un día desembocas en el otro lado, en lo infinitamente grande, lo infinitamente abierto, en el cielo que los seres humanos han nacido para contemplar”.

Esta convicción se forja a través de una práctica juiciosa y concreta, no leyendo libros sobre el budismo, lo cual sería, según el maestro Goenka, tan absurdo como leer y releer la carta de un restaurante en vez de comer. De modo que quien quiera experimentar no tiene sino que darse la oportunidad, decidirse a sentarse, permanecer inmóvil y empezar a cultivar el Noble Silencio.

John Galán Casanova

Por John Galán Casanova

Poeta y ensayista bogotano. Premio nacional de poesía joven Colcultura, 1993. Premio internacional de poesía "Villa de Cox", 2009.
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