La solución armada en Venezuela

Jorge Eduardo Espinosa
23 de julio de 2018 - 02:00 a. m.
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El 31 de diciembre de 1958 un hombre de barba y boina tomaba el micrófono de Radio Rebelde. Su voz se oía en todos los rincones de Cuba: “Hoy vengo a decirle a nuestro pueblo que la Dictadura está vencida. Es posible que la caída de Batista sea cuestión ya de 72 horas. A estas horas luce evidente que el régimen no puede resistir por más tiempo...”. Fidel Castro, el líder de la revolución cubana, hablaba aquel día desde Palma Soriano, ciudad cercana a la provincia de Santiago de Cuba. Caía entonces el régimen de Fulgencio Batista, hombre clave en la Constitución de 1940 y presidente de la isla entre el 1940 y el 1944, pero luego, en 1952 y poco antes de la fecha de elecciones, Batista dio un golpe de estado y usurpó el poder para maltratar a su país con mano de hierro hasta el día del triunfo de la revolución.

No sería el único momento en la historia reciente de América Latina en el que las armas, utilizadas con el propósito de derrocar a un tirano, lograron momentáneamente devolver al pueblo la esperanza de libertad. El 30 de mayo de 1961 un grupo de conspiradores dominicanos esperaban a la altura del kilómetro 9 de la Avenida George Washington el paso del auto que llevaba a San Cristóbal a Rafael Leónidas Trujillo, aquel tirano que no sudaba y que tan bien retrata Vargas Llosa en La fiesta del Chivo. Después de un intercambio de disparos, Antonio Imbert Barrera le disparó en la barbilla a Trujillo, que murió como un perro tirado en la carretera. El día que Imbert Barrera murió, el 31 de mayo de 2016, el presidente dominicano Danilo Medina destacó “su conducta valiente en planear la muerte del tirano

Rafael Leónidas Trujillo el glorioso 30 de mayo de 1961, abriendo las puertas a la democracia”.

Veinte años después del triunfo de la revolución cubana, el 19 de julio de 1979, el último de los Somoza huía de su país, Nicaragua, para no regresar jamás. Triunfaba entonces la Revolución Popular Sandinista después de lo que la historia conoce como la “Ofensiva final”. Uno de los héroes de entonces, Daniel Ortega, es el tirano de hoy, pero lo cierto es que fue la insurrección popular de los nicaragüenses lo que acabó con los últimos recodos de una feroz tiranía que duró 42 años y que sometió a la miseria a millones de ciudadanos. Toda la América Latina que se consideraba democrática celebró el triunfo de la justicia sobre el mal, de los valientes sobre los opresores.

Llegamos entonces hasta la Venezuela del fracasado Socialismo del Siglo XXI. El economista venezolano Ricardo Hausmann, profesor de economía de Harvard, lo advirtió en los primeros días de este 2018 en una columna en Project Syndicate. Se titulaba El día D para Venezuela, y defendía lo que pocos se atreven a decir en voz alta: la salida para su país, la única posible, es la salida militar. Y sabe Hausmann que lo que propone es complejo: “la implicación es clara. A medida que la situación en Venezuela se torna inimaginable, sus posibles soluciones se acercan a lo inconcebible”. Sí, exactamente. Un golpe militar contra Maduro y su régimen de asesinos es inconcebible, pero también Venezuela atraviesa ya lo inimaginable.

Es entonces cuando me pregunto: ¿cuándo es aceptable el uso pleno de la violencia? ¿Por qué sí fue aceptable que Castro y los suyos sacaran a Batista a las balas? ¿Por qué reconoce hoy el presidente dominicano a los asesinos de Leónidas Trujillo como un grupo de hombres valientes? ¿Por qué se celebra en Nicaragua con honores la insurrección del pueblo contra 42 años de torturas?

¿Puede alguien dudar de que la situación humanitaria en Venezuela es tanto peor que los años de las dictaduras en Cuba, Nicaragua y República Dominicana? Porque, vamos a ver, ¿qué otra salida tiene la oposición? ¿De qué han servido las múltiples condenas de la comunidad internacional? ¿De qué las sanciones de todo tipo a los altos mandos de la dictadura? ¿De qué las elecciones que siempre son fraudulentas y que incluso, cuando ganan, en realidad pierden? ¿Qué les falta por ensayar? Hausmann propone que la Asamblea Nacional (la legítima y elegida por la gente, no la otra) destituya a Maduro. Y que luego, en el vacío de poder, nombre a un nuevo gobierno que, a su vez, pida asistencia militar a países amigos. La consecuencia podría ser la liberación de Venezuela.

¿Qué esperan?

@espinosaradio

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