Hay columnas que son aburridas de escribir, pero hay otras que se escriben con enorme fastidio. Es el caso que hoy me ocupa.
A raíz de mi última columna, el señor Ernesto Yamhure –quien tenía línea directa con Carlos Castaño, como lo demostró 'Vladdo' en 2011 (ver noticia)– se vino lanza en ristre contra mí en Twitter por cuenta de un hermano médico que en alguna ocasión tuvo problemas con la justicia, a quien le impusieron una pena que ya pagó. Ante eso, solo hay una respuesta posible: la diferencia básica entre ambos es que Yamhure sí tiene pendiente dar explicaciones a la justicia sobre sus vínculos con el máximo comandante de las Auc, uno de los peores asesinos que ha habido en este país, solo comparable con Pablo Escobar. Yo en cambio nada debo ni nada temo, porque no he incurrido ni siquiera en una infracción de tránsito. Tengo mi conciencia tranquila y respondo por mis actos.
No soy el primero que se ve obligado a encarar a Ernesto Yamhure con la firmeza que exige la villanía de sus actos. Ya la directora de Noticias Uno y columnista de este diario, Cecilia Orozco, debió denunciarlo ante la Fiscalía por injuria y calumnia cuando dijo de ella que es “del cartel de Cali” y la llamó “narcoperiodista” (ver noticia). Luego el turno fue para Édgar Artunduaga, director del portal Kienyke.com, quien definió a Yamhure como terrorista informático sustentado en que “en su condición de residente en Estados Unidos dispara calumnias, injurias, amenazas, ofensas y vituperios” (ver noticia). Yamhure reviró diciendo que Artunduaga fue el jefe de prensa de Pablo Escobar, lo acusó de haber participado en el asesinato de Rodrigo Lara Bonilla y habló de un cuñado suyo en supuestos nexos con paramilitares. Artunduaga cumplió con el deber de entablar demanda ante la Corte Criminal del Condado de Miami, donde reside el autor de los libelos.
Yo también estoy en el deber de defenderme de sus rastreras acusaciones, y por ello me he visto en la obligación de tomar este espacio de opinión para hacer una enfática aclaración, no ante el difamador sino ante el público lector que debió quedar asqueado con sus delirantes afirmaciones.
Ernesto Yamhure se precia en su avatar de Twitter de ser católico, pero incurre en desobediencia al octavo mandamiento: “no decir falso testimonio ni mentir”. Tras enterarse de que el incurso en un delito era médico, su imaginación afín a lo paramilitar lo traicionó, pues dibujó al galeno abriendo barrigas de mujeres para “llenarlas de coca” (ver trino). Aquí entre nos, los que rajaban barrigas –y con motosierras– eran precisamente la clase de gente que Yamhure defendía en sus columnas, hasta que se supo de esa línea directa y por tal motivo le cerraron sus tribunas de opinión en El Espectador y en Caracol Radio. Incluso Fernando Londoño le canceló su presencia habitual en La hora de la verdad, su programa radial en la Cadena Súper (ver noticia).
No existe el delito de consanguinidad y Yamhure lo sabe, pero se le ha ocurrido que en mi caso sí. Por tal motivo, es pertinente preguntarle si dicha presunción de culpa cobija también al expresidente Álvaro Uribe por cuenta de su hermano Santiago, también preso, y no por traficar con coca sino por comandar un grupo paramilitar autor de múltiples e inocultables homicidios. Ya sé que va a salir con que no ha sido condenado en juicio, pero hombre, está preso, y para dictar orden de captura se requieren pruebas. Y hombre, ¡en diez años fueron sido asesinados siete de 12 testigos! ¿Eso tampoco cuenta? (Ver noticia). Conviene que lo explique, pues daría la impresión de que para Yamhure hay delincuentes buenos, dependiendo de la familia que los cobije.
Es fastidioso, como ya dije, tener que escribir sobre esto, pero no puedo quedarme callado después de que el hombre pretendió barrer el piso con mi prestigio, y el silencio llevaría implícito un reconocimiento de culpa. Soy consciente de haber despertado la ira de la bestia cuando mostré algunos contratos suyos y de José Obdulio Gaviria con el gobierno de Uribe (ver trino). A partir de ahí arreció sus embates, haciéndome ver como culpable de algo en lo que no tuve participación alguna. Él necesitaba enlodarme para tranquilizar su conciencia, y dije al respecto que cuando la vida privada o familiar de la gente se vuelve tema de acusación, es que el acusador se quedó sin argumentos.
Teniendo en cuenta que de un vulgar matoneo pasó a una feroz persecución a la que se sumó el uribismo en masa, denuncié ante Twitter la cuenta @ernestoyamhure, y aporté como pruebas el trino de las barrigas rajadas y una encuesta donde invitó a votar en estos términos:
Usted cree que @Jorgegomezpinilla es:
- Un psicópata
- Un vulgar contratista
- Un resentido social
- Hermano de un mafioso
Denuncio esto como un ataque aleve contra mi derecho al buen nombre, realizado por alguien que huyó a Miami cuando se supo de sus relaciones con el máximo comandante de las Auc, Carlos Castaño. Esa es la verdad que siempre elude, mientras acusa con calumnias e infamias a todo aquel que no comulga con su credo de extrema derecha.
Sea como fuere, el único modo de salir airoso de esta encerrona es enfrentando a Yamhure con la verdad, tanto en lo que atañe al rastrero ataque del que me hizo víctima, como al hermano mío que por ambicionar un dinero fácil terminó convertido en la vergüenza de la familia, y cuyo proceder a su vez nos hizo víctimas.
Como dijo Julio César al cruzar el río Rubicón para ir a rebelarse ante el Senado: “Alea jacta est”.
DE REMATE: Cuando José Obdulio Gaviria les dice a los del CD que “deben estar dispuestos a aceptar que Uribe trace una política de alianzas", es porque su patrón está pensando en que para 2018 les irá mejor sin candidato propio, aliados con Germán Vargas o Alejandro Ordóñez. El que pinte mejor en las encuestas. Mientras tanto, la Unidad Nacional hecha pedazos…
En Twitter: @Jorgomezpinilla
http://jorgegomezpinilla.blogspot.com.co/