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El mal gobierno

Jorge Iván Cuervo R.

21 de agosto de 2021 - 12:00 a. m.

A Juan Esteban Gallego V., q.e.p.d.

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¿Qué es gobernar? No hay una respuesta definitiva para esta pregunta, pero podría decirse que se trata de traducir las propuestas y los enunciados de política en hechos concretos que mejoren el bienestar de los ciudadanos, todo esto en el marco de las reglas jurídicas e institucionales existentes. Pero también es pensar más allá de los períodos institucionales, poner en la agenda temas que trasciendan generaciones e intereses políticos, y plantear alternativas de solución.

El gobernante debe, en la medida de lo posible, generar consensos, o por lo menos tomar decisiones sobre unos acuerdos mínimos, no crear más problemas de los que ya existen, que los ciudadanos puedan sentirse involucrados en los asuntos públicos y ejecutar los recursos con rectitud.

Se gobierna para todos, para quienes no votaron por el elegido, para quienes no votaron, para los extranjeros residentes y para las futuras generaciones, no solamente para los copartidarios. Uno de los efectos perversos del Frente Nacional en Colombia fue el de hacer creer a los partidos políticos liberal y conservador que el Estado se repartía cada cuatro años: puestos y contratos, y eso generó un sistema político donde el ganador de las elecciones se lleva todo y el perdedor se queda con nada, con matices, como en el gobierno de Barco, pero con los incentivos para oponerse a cualquier avance que implique bienestar general.

Esta anomalía institucional se corrige con un sistema de frenos y contrapesos que obligue a los partidos políticos a actuar más allá de sus intereses y de la protección de su base electoral. No es gratuito que los avances más importantes en materia de protección de los derechos de las minorías corran por cuenta de la Corte Constitucional, cuya función contramayoritaria se abre paso en un sistema donde el Estado está al servicio de la clase política y donde la ciudadanía no tiene juego en la acción pública.

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El esquema de un plan de desarrollo es demasiado restrictivo para un gobierno, tema sobre el que conversamos varias veces en la universidad con Juan Esteban Gallego, siempre con ese desparpajo maravilloso para hablar de estos temas, que tristemente no salen de las aulas porque la tecnocracia parecería no estar dispuesta a dar estos debates ni a salir de la zona de confort de la ilusoria planeación económica que nos dejó la visión de Currie en detrimento de la visión más integral del desarrollo de Hirschmann, autor de la entraña de Juan Esteban.

Como bien lo señaló Gustavo Duncan en una formidable columna, la tecnocracia hace lo que puede pero no alcanza para mejorar las condiciones de vida de la gran mayoría, porque “la preocupación por la desigualdad de los tecnócratas no se ha traducido en una adopción de compromisos contundentes por la clase política”.

Gobernar en Colombia se ha convertido en hacer anuncios que no se concretan, en proteger a los amigos, en apoderarse del sistema de frenos y contrapesos para protegerse a sí mismo y a sus amigos, en polarizar, fragmentar y alejar al ciudadano cada vez más de la acción pública, en no responder por sus actos. En general los gobiernos de Colombia son malos gobiernos, y no importa la ideología.

No recuerdo un buen gobierno de Colombia y, en general, unos son más malos que otros, aunque con el de Duque se ha tocado fondo. Juan, que de eso sabía, me dijo con esa gran sonrisa detrás del café de la mañana y su infaltable cigarrillo que el último gobierno bueno fue el de Lleras Restrepo. Por lo que he visto, le creo.

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@cuervoji

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