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Se cumplen dos años del gobierno de Gustavo Petro, y es oportuno a preguntarse en qué va la propuesta de cambio que le planteó al país.
La respuesta debe darse en varios planos. Si juzgamos el cambio en las iniciativas aprobadas en el Congreso, puede decirse que el Gobierno no pasa la prueba. Si bien logró que se aprobara una reforma pensional – que pudo ser más ambiciosa en términos de equidad y sostenibilidad financiera–, otras reformas siguen en el limbo a falta de acuerdos políticos que garanticen su aprobación. El escándalo de corrupción de la Ungrd seguramente va a condicionar el ánimo de los congresistas al momento de apoyar las reformas a la salud, laboral y de justicia, si es que la Comisión designada para esta última, sale con algo. Una reforma tributaria y un plan de desarrollo no pueden considerarse logros extraordinarios de un gobierno que plantea cambios estructurales.
Otras iniciativas menos ruidosas, tales como la jurisdicción agraria o los campesinos como sujetos de derechos, o el acuerdo de Escazú, son apenas el punto de partida de una agenda que pueden diluirse en otros gobiernos, para quienes estos temas claramente no estarán en el centro de sus prioridades.
Si se juzga la gestión gubernamental, la inestabilidad del gabinete, la falta de direccionamiento estratégico por parte del presidente de la República, los bajos indicadores de ejecución presupuestal, y otros temas derivados de líos surgidos en su propio entorno, permiten ver que ha sido un gobierno errático, sin claridad sobre cómo transformar una agenda de cambio en acciones concretas, en políticas públicas bien estructuradas, con una perspectiva de mediano o largo plazo. La política de paz total es un buen ejemplo de ello, la cual se mantiene con más voluntad que con estrategia. El propio presidente lo dijo en su discurso del 7 de agosto: “No hemos logrado todo cuanto hubiéramos querido”.
Claro, esa es una deficiencia de todos los gobiernos en Colombia que piensan el país a cuatro años, pero si este gobierno defiende que se necesitan cambios profundos, no puede quedarse con una visión de corto plazo buscando excusas en lugar de encontrarle la comba al palo y plantear modificaciones institucionales que explicarían los problemas de gestión, por ejemplo, al sistema de planeación y de presupuestación, a la ineficiente coordinación interinstitucional, a la debilidad institucional de los municipios, la falta de un sistema de evaluación de políticas y programas independiente del gobierno, un servicio civil que permita tener recurso humano capaz de mover la compleja maquinaria estatal. Si el gobierno considera que en las entidades estatales no hay una burocracia progresista capaz de interpretar la necesidad de cambio y prefiere seguir con las rutinas burocráticas de siempre, debe plantear una reforma a fondo del empleo público, pero ya sabemos en qué anda, según la Fiscalía, el director de Función Pública, a quien le correspondería esa tarea.
Si pensamos en indicadores macro, dadas las expectativas, no se ha producido el desastre que muchos esperaban –y deseaban–, pero tampoco puede hablarse de logros impresionantes en materia de crecimiento económico, reducción de la pobreza y la desigualdad- aunque la reducción de la pobreza monetaria fue una buena noticia-, generación de empleo, entre otros, los cuales muchas veces dependen de variables exógenas a la gestión estatal o se explican en ciclos que trascienden períodos de gobierno.
Lo que sí cambió este gobierno fue la conversación y el énfasis sobre ciertos temas, lo que implica un cambio de prioridades en la agenda pública, sobre lo cual no pueden ser indiferentes otros sectores políticos hacia el futuro. Si la derecha sigue pensando que lo único que importa es la seguridad, y el centro, que vamos bien y con dos o tres ajustes en uno que otro programa volveremos a ser el paraíso en el que creen han vivido todo este tiempo, van a seguirse equivocando. Al gobierno de Petro no le va a alcanzar el tiempo para llevar a buen puerto las reformas que propone, pero deja marcada la cancha sobre temas claves de conversación a futuro de esta sociedad. No creo que esto sea suficiente para decir que ha cumplido las expectativas, en un contexto donde muchos siguen viendo sus propuestas de cambio como un retroceso.
A futuro, un gobierno de corte progresista tendrá que entender que siempre habrá un sector del establecimiento que se resiste al cambio, y que lograr cambios sociales implica tomarse en serio la tarea de lo gubernamental.
