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La columna de opinión como género literario

Jorge Iván Cuervo R.

17 de septiembre de 2021 - 12:00 a. m.

García Márquez hizo de las columnas de opinión un género literario, producto de su talento como escritor y no necesariamente porque se lo hubiera propuesto.

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Inició sus columnas en el periódico El Universal de Cartagena en el año de 1948 por recomendación que hizo Manuel Zapata Olivella al jefe de redacción de entonces, Clemente Manuel Zabala. Como cuenta Javier A. Ramos, editor actual del periódico de Cartagena, en conversación con el periodista Gustavo Tatis Guerra, el talento narrativo de Gabo era sobresaliente: “Yo creo que el caso de García Márquez es el caso de un genio, era un genio porque a esa edad (21 años) nadie escribía así. A esa edad estaba escribiendo ya como un novelista…”, apunta Tatis. Esas columnas tituladas Punto y Aparte están recogidas en Textos costeños y disponibles en la web gracias a Ramos. También hay un estudio literario de esas primeras columnas de la escritora y también columnista manizalita Adriana Villegas.

Posteriormente, Gabo publicó en El Heraldo de Barranquilla entre 1950 y 1952, bajo el seudónimo de Séptimus, una columna titulada “La jirafa”, en la que, entre otros temas, celebró el Premio Nobel a Faulkner, una de sus influencias literarias más significativas. Ya más tarde, Gabo consolidó su oficio como columnista que inició para no morirse de hambre, en el periódico El Espectador, El País de España y otros periódicos del mundo, mientras, en sus ratos libres, escribía novelas y cuentos.

Todo esto para señalar que para ser buen columnista no basta con tener una opinión sobre algo, también es necesario escribir bien. García Márquez lo hizo naturalmente y después muy pocos en Colombia lo han logrado, y Antonio Caballero fue el mejor de todos.

Con sus columnas, Caballero le tomó el pulso al país durante las últimas décadas, pequeñas piezas literarias, precisas, sin contemplaciones con el poder a pesar de ser un hijo de esa oligarquía que fustigaba. Fue el columnista político por excelencia, el que había que leer cada domingo para entender lo que estaba pasando. Su vocación literaria lo llevó a escribir Sin remedio, una novela esencial para entender a Colombia, y maravillosos textos sobre arte, literatura y música recogidos en Paisaje con Figuras, con un tono de crítico cultural que celebra la tradición colombiana de Hernando Téllez y Hernando Valencia Goelkel. También escribió sus crónicas taurinas – que hoy no pasan el tamiz de la corrección política- y hasta crónicas culinarias, lo que demuestra su versatilidad pero también su vocación de buen opinador, de tener una opinión sustentada tanto para un crimen estatal como para un buen ajiaco o un lance de capote. Mención aparte merecen sus caricaturas, otra faceta creativa del hijo de don Eduardo.

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En parte empecé a escribir esta columna hace diez años pensando en Caballero, en su precisión, en su lucidez para entender un momento político, para retratar en unos trazos la historia de una nación, de una cultura política, y sigo intentando cada quincena para que salga bien, no siempre con buenos resultados, hay que decirlo.

Afortunadamente muchos escritores y escritoras ocupan hoy los espacios de opinión, para que no se nos olvide que no solo hay que tener el tino de escoger un buen tema y desarrollarlo sino, sobre todo, escribirlo bien. Por eso celebro las columnas de Yolanda Reyes, Santiago Gamboa, Adriana Villegas, Juan Esteban Constaín, Carolina Sanín, Ricardo Silva, Andrea Mejía, Julio César Londoño, Piedad Bonnett, Héctor Abad, esa maestra del oficio que es la argentina Leila Guerriero, quienes con su pluma han honrado la tradición literaria garciamarquiana de escribir columnas de opinión que Caballero cultivó con suficiencia.

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@cuervoji

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