Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.

Llamen las cosas por su nombre

Jorge Iván Cuervo R.

21 de enero de 2022 - 12:30 a. m.

Nombrar las cosas es la primera expresión de la política. La política también es ese espacio narrativo donde las sociedades se representan, se imaginan y se proyectan. Esto es claro en una tradición que inicia en la Grecia antigua, donde el ágora era el espacio en el cual los ciudadanos habilitados —era una ciudadanía restringida— se encontraban para hablar de lo público, de lo que interesaba a todos.

PUBLICIDAD

En un maravilloso libro, La Policía de la Memoria, la escritora japonesa Yoko Ogawa habla de un cuerpo armado en un país imaginario encargado de asegurarse de que las personas olviden y no recuerden ni las cosas, ni los animales, ni los sentimientos. Gradualmente y sin saber por qué, la población empieza a olvidarlo todo y la Policía se encarga de que nadie lo recuerde, quienes lo hacen son apresados y desaparecidos. Que un Estado se apodere de la memoria de los ciudadanos es la máxima expresión de la política autoritaria. Algo similar planteó Orwell en 1984 con el llamado Ministerio de la Verdad, allí donde la guerra era la paz, la libertad era la esclavitud y la ignorancia era la fuerza. Distopías para entender cómo apoderarse del discurso es la primera acción de quienes quieren ejercer el poder en la sociedad.

Si se quiere transformar la sociedad hay que empezar por llamar las cosas por su nombre. A la pobreza, llamarla pobreza; a la desigualdad, desigualdad; a la exclusión, exclusión; a la violencia, violencia.

La derecha no lo va a hacer, porque los problemas de Colombia para ese sector político son de seguridad, empleo y cohesión social, los tres huevitos de Uribe. Petro dice las cosas por su nombre, con una crudeza que molesta al establecimiento —genera odio y promueve la lucha de clase, le dicen—, pero no es clara la forma como va a cambiar ese estado de cosas, porque en política basta con nombrar las cosas, pero en el gobierno hay que transformarlas con acciones. En Bogotá demostró que pasar de la palabra a la acción le cuesta. En general, ese paso les cuesta a los políticos, hábiles con la palabra, regularcitos para la acción.

Read more!

La llamada Coalición de la Esperanza quiere convertirse en una alternativa a los llamados dos extremos, una forma de simplificar el debate, pero no ha logrado construir un espacio narrativo —político— para lograrlo, porque los precandidatos han decidido no llamar las cosas por su nombre y hacer como si aquí no hubiera graves problemas de pobreza, desigualdad, exclusión y violencia que se incrementaron durante la pandemia y se manifestaron en las protestas sociales. Le siguen hablando a un país imaginario, con indicadores condescendientes y un aire de bienpensantismo que hacen sentir que, por mostrarse moderados, eluden los temas esenciales, en busca del votante medio, ese que se resigna con que lo dejen trabajar y llegar seguro a casa.

Colombia está en la búsqueda de una narrativa luego del Acuerdo de Paz con las Farc y el declive del uribismo, la fuerza que ha prevalecido en la política en los últimos 20 años. Una narrativa en que la política no sea vista como una contradicción entre enemigos.

Quien logre nombrar el país de una manera diferente, llamando las cosas por su nombre, tiene mayor probabilidad de hacerse con el espacio político de la Presidencia de la República. Por ahora va ganando la narrativa del descontento y el malestar con lo establecido.

Read more!

@cuervoji

Conoce más
Ver todas las noticias
Read more!
Read more!
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.