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Los límites del progresismo

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Jorge Iván Cuervo R.
10 de mayo de 2024 - 09:00 a. m.
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La otra cara del pensamiento reaccionario es el progresismo, ambas categorías más cercanas a etiquetas y sensibilidades que a ideologías. Las dos se oponen a la revolución de manera diferente: los reaccionarios haciendo lo contrario a la revolución, y los progresistas por medio de reformas institucionales que promueven el cambio social en el marco de la democracia liberal.

El progresismo surge a finales del siglo XIX en Inglaterra con el movimiento de los llamados progressives, actores políticos que se fueron alejando de las ideas marxistas y revolucionarias y forjaron una ruta diferente del progreso en el contexto del naciente Estado de Bienestar europeo. Fueron señalados como ese sector de la burguesía que se alejó del movimiento proletario. Unos tibios, dirían ahora.

Hoy tiende a asimilarse a partidos social demócratas y a una izquierda que defiende una intervención fuerte del Estado en lo social, respeto por la autonomía de las personas para definir su vida, razón por la cual están en favor del aborto, la eutanasia, el matrimonio igualitario y son sensibles a las demandas identitarias, con algunos matices, según cada país. Están en favor del libre mercado con políticas regulatorias y ambientales fuertes. Ser progre es cool y permite un margen para fijar posiciones intermedias en escenarios de polarización política.

La etiqueta progresista es ambigua para el caso colombiano, la ha reclamado un sector de la izquierda, algunos liberales que sienten culpa por asumir ideas de izquierda y, claro, el centro político, ese ambiguo espacio que va de aquí para allá sin definirse, sin tomar posición, correctísimos en las formas, insustanciales en el fondo e incapaces para la política.

Algunos de los partidos y movimientos que han apoyado a Gustavo Petro se autodefinen como progresistas, y el propio presidente ha reclamado esa etiqueta para su movimiento, como queriendo desmarcarse de la idea de ser el presidente de la izquierda. De hecho, el M-19, grupo alzado en armas al que perteneció, era difícil de ubicar como un grupo armado de izquierda: si bien algunos de sus fundadores como Bateman provenían de las Farc, su ideario y doctrina se asimilaba más a una suerte de nacionalismo populista que a un desarrollo del marxismo o del leninismo. El “gran sancocho nacional” no era precisamente una imagen revolucionaria; era un poco como el progresismo de ahora, donde cabe desde la clase media urbana sensible a la injusticia social hasta la izquierda ilustrada, los ecologistas y los liberales biempensantes.

Pero lo cierto es que Gustavo Petro reclama ser el presidente del progresismo, y su retórica así lo confirma, aunque no necesariamente su agenda coincida con ello. Reivindicaciones propias del progresismo en otras latitudes no se reflejan en la agenda del Gobierno, aunque muchas otras sí, especialmente lo relacionado con la agenda ambiental y la llamada transición energética, tema por el que ha ganado algún reconocimiento en escenarios internacionales.

Pero no es fuerte en el gobierno del cambio una agenda feminista, una agenda migratoria inclusiva, una agenda de diversidad, de atención prioritaria de grupos vulnerables, tales como personas con discapacidad, habitantes de calle, pueblos indígenas, entre otros. El Ministerio de la Igualdad, que parecería ser la respuesta a todas estas demandas, no se ve con la suficiente fuerza institucional y política para que se pueda decir, una vez termine el Gobierno, que será el legado más significativo que garantice el progreso social de quienes han sido excluidos históricamente y en los cuales el gobierno se ve reflejado. Y es que tampoco existe una agenda de reforma del Estado en clave progresista.

La visión de pueblo que tiene Gustavo Petro es ambigua y más cercana al imaginario populista que a la izquierda tradicional o a las nuevas ciudadanías de las que alguna vez habló y se olvidó de ellas. La historia indica que la izquierda en Colombia encontró en Petro la persona que la llevaría al poder, así su ideario no correspondiera plenamente.

Avances sociales que podrían haber sido más revolucionarios se han encontrado con los límites de un gobierno que se reclama progresista sin tener una agenda plena de progresismo ni una estrategia inteligente para concretarla, y un establecimiento que aprovecha esta ambigüedad para seguir defendiendo el statu quo.

@cuervoji

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Julio(83619)12 de mayo de 2024 - 11:21 a. m.
si
Pedro(86870)11 de mayo de 2024 - 03:15 a. m.
Ahora hasta estos que eran social-demócratas aliados con la derecha política. Este columnista también incita el odio y al desprecio. Qué vergüenza este columnista con esta concepción tan irreal del progresismo
Fernando(70558)11 de mayo de 2024 - 02:31 a. m.
Podría tener razón, si no fuera por la imposibilidad real de que un partido enarbole las banderas realmente de izquierda y tenga tan siquiera el respaldo que hoy tiene el progresismo. La caída del muro y con él, la avalancha mediática de desprestigio de la revolución socialista, ha calado tan profundamente, que con creces se le teme más q al neoliberalismo.
Hernando(58851)11 de mayo de 2024 - 12:13 a. m.
Entonces, señor columnista, nos queda debiendo i)-"los avances sociales que podrían que podrían haber sido más revolucionarios; ii)-"los límites de un gobierno que se proclama progresista; iii)- una agenda plena de progresismo y iv)"una estrategia inteligente para concretarla". Seguro que le agradeceremos y felicitaremos.
RAMON(31031)10 de mayo de 2024 - 11:23 p. m.
JORGE IVÁN , que no se te note tu odio hacia el centro , no tienes nada de alguien objetivo , revisa la obra de SERGIO FAJARDO , como GOBERNADOR Y ALCALDE y encontrarás solución a tus DIATRIBAS.
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