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Salman Rushdie y la posverdad

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Jorge Iván Cuervo R.
19 de agosto de 2022 - 05:00 a. m.
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Donald Trump aún sostiene que Joe Biden no ganó las elecciones, y un buen porcentaje de la base republicana considera que hubo fraude y el ataque al Congreso de la República estuvo justificado. Vladimir Putin no permite que en Rusia se hable de guerra para referirse a la invasión a Ucrania. Exige que se le llame operación especial, so pena de graves sanciones para ciudadanos y periodistas. El régimen iraní no condenó al ataque al escritor Salman Rushdie, y responsabilizó al autor por haber ofendido al Islam con su obra.

Lo cierto es que Biden ganó las elecciones, tanto en la votación popular como en los colegios electorales, ninguna autoridad judicial avaló las denuncias de fraude, y una comisión del Congreso estudia si el expresidente con su actitud alentó la toma violenta del Congreso. Lo de Rusia es una intervención militar ilegítima e injustificada contra un país soberano, y lo argumentos que indican que la OTAN provocó el hecho, nos recuerdan la doctrina de la legítima defensa preventiva de Bush para justificar la invasión a Irak en busca de armas de destrucción masiva que nunca encontraron.

Los Versos Satánicos constituyen una parodia en clave de ficción que nadie se puede tomar en serio, salvo quien crea ciegamente que la intención de Rushdie era ofender una religión y a millones de musulmanes, y que en tal sentido merece ser castigado con pena de muerte por esta afrenta.

En tiempos de posverdad, nos hacen creer que lo que es mentira o ficción es verdad. Bien lo decía Hannah Arendt, como nos lo recordaba Máriam Martínez: “Arendt nos ayudó a entender que los movimientos prosperan gracias a la destrucción de la realidad, pues evocan un mundo falso, pero consistente, “más adecuado a las necesidades de la mente humana que la realidad misma”.

Que se justifique o minimice de algún modo el aleve ataque contra Salman Rushdie, es una derrota del sentido de humanidad, del humor y un triunfo de la posverdad y de los movimientos políticos, religiosos y gobiernos que quieren hacer creer que la verdad se construye, que todo puede ser una opinión, o hechos alternativos como dijo la vocera del gobierno de Trump frente al hecho de menor número de asistentes a la posesión en comparación con el gobierno de Obama. Las verdades oficiales generalmente esconden grandes mentiras con las cuales mucha gente se siente identificada y tranquila. Mucha gente sigue creyendo en la versión bíblica del origen de la vida y no en la teoría de Darwin, a pesar de que la primera se trata de una metáfora literaria, y la otra una teoría científica comprobada.

A raíz del informe de la Comisión de la Verdad, voceros de la derecha empiezan a creer un universo de posverdad sobre lo sucedido durante el conflicto armado, donde se cometieron atrocidades por parte de las guerrillas, los grupos paramilitares y agentes del Estado que se desviaron de su función constitucional de proteger la vida e integridad de los ciudadanos, en un contexto político e institucional que estimuló los llamados falsos positivos, una mentira de una supuesta ventaja militar de la que ahora conocemos la verdad. Esa verdad que se ha venido conociendo en los expedientes judiciales, gracias al valor y compromiso de fiscales, investigadores, jueces y magistrados, la quieren negar, y ahora la Comisión la presenta en un solo momento, pero muchos no quieren reconocerla, como no quiso reconocer la existencia del conflicto armado el inefable exdirector del Centro de Memoria Histórica, cuyo nombre no merece ser recordado. Pero ahí está para ser consultada y debatida y derrotar los relatos negacionistas.

Salman Rushdie sobrevivió al atentado, su obra se seguirá leyendo y comentando, y no habrá forma de impedir su conocimiento y difusión. Quienes promueven la posverdad y la mentira deben ser desenmascarados y puestos en evidencia en el debate público, no podemos resignarnos a sus siniestros designios. Como al autor indio, nos queda la letra y la palabra para refutarlos.

@cuervoji

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