Este es un viejo dilema de las sociedades democráticas, enfocarse en la seguridad como fundamento para todo lo demás, o enfocarse en políticas sociales que pueden incidir en que se mejore la seguridad. En realidad, puede considerarse un falso dilema porque un gobierno tiene que garantizar tanto la seguridad como la inclusión social, y hay evidencia de retroalimentación entre ambos enfoques.
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La última encuesta Guarumo/Ecoanalítica evidencia que, en las principales ciudades de Colombia, la primera preocupación es la inseguridad, muy de lejos sobre otros problemas como salud, costo de vida, acceso a la educación, o desempleo. En aquellas zonas donde erl orden público se ha deteriorado de manera graves, como en Norte de Santander, Cauca, Chocó, Putumayo, Nariño, la preocupación por la seguridad debe ser la prioridad. En Colombia nos hemos resignado con el hecho de poder llegar vivos a la casa, como máxima exigencia que le hacemos a las autoridades. Lo demás corre por nuestra cuenta, la inversión privada en bienestar de los hogares en Colombia y al Estado lo vemos como una suerte de mal necesario.
La propuesta de cambio del gobierno de Gustavo Petro fue una propuesta de cambio de conversación, sobre qué temas nos debemos plantear como sociedad. Las alternativas que ha propuesto son retórica ideológica mal sustentada, proclamas necesarias, pero insuficientes, lo que habla muy mal de lo que la izquierda tenía para proponer en un país derechizado como Colombia, donde sus defensores creen que somos la Suiza latinoamericana.
Gustavo Petro tenía la oportunidad de cambiar esa conversación, pero no quiso o no pudo, y se quedó en sus divagaciones insustanciales creyendo ser un vocero inteligente de la exclusión histórica, el vocero del pueblo sin saber qué hacer una vez llegó al gobierno. Daría la impresión que lo peor que le pudo pasar a Petro fue haber sido elegido presidente de la república, un rol que no ha sabido interpretar.
En 2026 tendríamos que estar debatiendo cómo hacer de Colombia un Estado social de derecho, cómo mejorar las políticas sociales para hacerlas más inclusivas, cómo hacer más eficiente el gasto social. Pero no, volveremos a las discusiones sobre bombardeos, fumigación aérea, fin de las negociaciones, un ciclo interminable que nuestra dirigencia política se ha negado a terminar de manera definitiva. Santos dio un paso importante, y eso nos dividió aún más como sociedad.
Un gobierno que pudo cambiar la conversación no pudo hacerlo, su estrategia mal planteada y mal implementada de paz total permitió la reproducción de esa violencia y la consolidación de gobernanzas criminales que controlan la vida de las comunidades en más de cuatrocientos municipios, según lo ha denunciado la Defensoría del Pueblo, una tragedia que el gobierno asume con indiferencia.
La izquierda en América Latina no se ha tomado en serio el tema de la seguridad, siendo uno de los principales desafíos para la democracia. Gustavo Petro sigue divagando y alentando a sus bases, con una retórica deshilvanada y pobremente sustentada, como si no fuera el presidente de la república, como si no fuera el líder político de la izquierda, como si no se hubiera entendido el rol que le correspondió en este momento de nuestra historia, que no solo se trataba de su legado personal, sino también del futuro de la izquierda como una opción de alternancia en el poder.