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Un cambio enredado

Jorge Iván Cuervo R.

29 de junio de 2023 - 09:00 p. m.

El gobierno de Gustavo Petro se está enredando por el camino en una combinación de golpes autoinfligidos y un clima hostil a su propuesta de cambio por la que fue elegido.

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Sobre lo primero, está pagando alto el costo de haber confiado en un operador político de dudosa ortografía ética como lo es Armando Benedetti, quien con sus actuaciones y declaraciones ha sembrado un manto de duda que logra afectar la credibilidad de un gobierno que también se propuso cambiar la forma de hacer política.

Pero también en la falta de experiencia de Laura Sarabia en los asuntos de Estado. Está bien que en su rol de secretaria privada hubiera tenido control sobre la agenda del presidente, pero confiarle asuntos de la agenda gubernamental fue un error que hoy se paga caro. Ella se creyó el cuento del poder y este se la devoró. Hoy tendrá que explicar ante la justicia si usó recursos públicos para aclarar situaciones privadas, vulnerando derechos y con un desenlace que escapa a su control, dándole un sentido trágico a su prometedora carrera.

El presidente Petro no ha logrado consolidar una identidad institucional que le permita hacer el tránsito de un político inspirador que interpretó la necesidad de cambios en esta sociedad –que no se darán en un gobierno de derecha– a un ejecutor pragmático que debe entender que son necesarios los consensos técnicos y los acuerdos políticos para desarrollar su propia agenda. Del discurso conciliador y de unión nacional del siete de agosto queda muy poco. Pero no creo que se esté convirtiendo en el monstruo autoritario y populista con el que lo quieren caricaturizar sus malquerientes.

Voté por este gobierno porque creo que es necesaria la verdadera alternancia política, porque Colombia era de los pocos países de América Latina donde la izquierda no había gobernado a nivel nacional y porque, difícilmente, muchos de los cambios que urgen hacerse se van a hacer en gobiernos de otra identidad política.

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Ahora, tampoco podemos ignorar que este gobierno ha despertado todas las alarmas en amplios sectores del establishment económico y político, seguramente potenciado por el estilo confrontacional del propio presidente, pero, como dijo la exministra Cecilia López, a dicho establecimiento le ha costado asumir la derrota y le ha faltado generosidad para acompañar al gobierno en algunas de sus iniciativas, sin que ello implique que deban aceptarle todo lo que proponga. Cuando se mira en retrospectiva la paciencia que se tuvo con otros gobiernos francamente mediocres en ejecutorias, entiende uno que hay un estándar diferente de escrutinio y valoración, y en eso los medios han jugado un papel central, tema que genera resistencia, especialmente cuando es el propio presidente el que lo plantea.

Es claro que el gobierno tiene problemas de coordinación interna, de eficacia gubernamental –¿Cómo es posible que no haya ministro de cultura en propiedad?–, de comunicación de su mensaje, con una bancada inexperta y pandita que no le ayuda en el trámite legislativo. Se ha enfrascado en disputas ideológicas que es necesario dar en un momento determinado –más o menos Estado– pero que es necesario resolver con propuestas viables, técnicamente sustentadas. El plan de desarrollo, la hoja de ruta de todo gobierno en el diseño institucional colombiano, es mirado con desdén y desinterés. El presidente parece creer que basta con decir algo para que se haga, y se olvida de la parte de la traducción de sus ideas en políticas públicas.

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Pero también es necesario decir que es innegable que se ha venido instalando una narrativa catastrófica, que se han sobredimensionado errores y minimizado avances –como la reforma tributaria o el plan de desarrollo–, que ya el Congreso se tomó confianza para jugar al obstruccionismo, que hay una apuesta cada vez menos soterrada por el fracaso de este gobierno, no solo porque de esa manera se revalidan las propuestas fallidas de los políticos de derecha, sino también porque de esta manera se cerraría la puerta, por un buen tiempo, a la posibilidad de gobiernos progresistas. Ya les dimos la oportunidad, no pudieron, no jodan más, es el murmullo que se escucha en reuniones sociales y políticas.

No solo está en juego el hecho de que el gobierno pueda terminar su período constitucional en condiciones de normalidad, sino también, que se instale la posibilidad de una verdadera alternancia política en un régimen político cerrado y reacio en consolidar un verdadero Estado social de derecho.

@cuervoji

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