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Un cambio posible y necesario

Jorge Iván Cuervo R.

27 de mayo de 2022 - 12:30 a. m.

El cambio social a través de la política sigue siendo una categoría indeterminada que marca los debates en democracia. Se sigue creyendo que desde el Estado se puede inducir el cambio social, olvidando que éste depende de muchísimas variables, visiones e imponderables, en una época donde el Estado ya no es ese factor determinante para definir el futuro de una sociedad.

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Pero también es cierto que las decisiones que adoptan o dejan de adoptar los gobiernos pueden inducir ciertas trayectorias. Un Estado que proteja a los más vulnerables por medio de sus políticas sociales puede conducir a un orden social más incluyente, y uno que reprima la protesta social puede llevar a un orden social excluyente y autoritario. Los gobiernos importan.

El cambio, o la necesidad de un cambio, se ha instalado en la agenda política de estas elecciones en Colombia, lo cual no es novedoso, porque en democracia las sociedades quieren cambiar y los políticos interpretan esas necesidades de cambio. La alternancia democrática se sustenta en esta dinámica. El punto es la magnitud y la forma de hacer ese cambio.

Las protestas del 2019 y del 2021 – reprimidas con violencia excesiva por parte del gobierno de Iván Duque- prefiguraron esta idea de un cambio drástico en la sociedad colombiana ante el desajuste social que trajo la pandemia, donde pudo verse la fragilidad del sistema de protección social (acceso a salud, informalidad laboral, condiciones de vida), y la necesidad de cambiar el modelo, esa expresión tan ambigua pero que tiene un alto grado de apropiación en la opinión pública sobre los cambios sustanciales que debe hacer el próximo gobierno, en materia de política económica y tributaria, política social y ambiental, justicia, seguridad, sistema pensional, entre otros temas que tocan el bienestar de los ciudadanos.

Algunos consideran que estos cambios hay que hacerlos porque es una deuda con la propia Constitución de 1991, y otros porque, de no hacerlos, iríamos hacia una suerte de insurrección social anarquizada que afectaría al conjunto de la sociedad, un escenario indeseable.

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Con la derecha que acompaña a Federico Gutiérrez es difícil pensar en un cambio en la carta de navegación en los próximos cuatro años. Su desteñido candidato ha señalado que, salvo algunos ajustes marginales para dar mayor estabilidad, será más de lo mismo, y no es porque sea continuidad del actual gobierno –que lo será– sino porque no puede salirse del libreto, no tiene imaginación política para una sociedad próspera, incluyente y diversa, y el refuerzo de la seguridad es su anclaje estructural.

Buena parte del problema de la campaña de Sergio Fajardo está en que le costó mucho tiempo darse cuenta que podían ser una oferta de cambio. Esa percepción de indefinición en el discurso – lo que llaman tibieza– les está pasando factura, y ya es tarde para resignificarse como el cambio que necesita Colombia, más allá de sus propuestas que serían un manual de organismo internacional para un cambio institucional sin mayores sobresaltos. De alguna manera, el libreto de socialdemocracia light al que nos tienen acostumbrados los liberales de este país.

Quien mejor ha interpretado esa necesidad de cambio y ha logrado conectar con las mayorías que lo reclama, ha sido Gustavo Petro, y así lo reflejan todas las encuestas de intención de voto. Las propuestas de la campaña visualizan una nueva forma de relación entre el Estado y la sociedad, el primer paso para el cambio, un Estado al servicio del bienestar social, con responsabilidad fiscal y mirada incluyente, un Estado que reconozca y garantice la diversidad en sus distintas manifestaciones, que estimule la economía con responsabilidad social y ambiental, que desactive las violencias que todavía definen nuestra vida pública y privada.

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La fortaleza institucional de Colombia –que ha resistido años de un proyecto político corrosivo de la institucionalidad– es la salvaguarda ante posibles aventuras mesiánicas y populistas, uno de los temores que ha sobreestimado el establecimiento político y económico que no quiere ver al candidato del Pacto Histórico en la Casa de Nariño.

Para este cambio posible y necesario, con toda tranquilidad y esperanza, este domingo votaré por Gustavo Petro y Francia Márquez.

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@cuervoji

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