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La elección de Gregorio Eljach como procurador general de la Nación puede verse de varias formas, pero la más significativa es verla como un pulso que gana Gustavo Petro al desafío que le plantearon el Consejo de Estado y la Corte Suprema de Justicia, y del cual se hubiera beneficiado Germán Vargas Lleras.
De todos los candidatos que fueron seleccionados por ambas Cortes –de manera opaca y poco transparente–, optaron por dos personas cercanas al exvicepresidente: dos candidatos con una clara agenda política –sobre todo Henao, exgerente de campaña de Federico Gutiérrez–, algo contraproducente en el agitado escenario que vive el país. Para nadie es un secreto que de haber sido elegido uno de los candidatos de las Cortes, Vargas Lleras hubiera quedado con vasos comunicantes para incidir en la Procuraduría y, desde ahí, atacar al Gobierno y enmascarar una posible campaña política de cara al 2026.
Esa postulación dejó sin margen de maniobra al presidente Petro, quien no quiere un opositor a su gobierno con poder institucional como el de la Procuraduría –ya tuvo a Barbosa en la Fiscalía–; con los partidos en el Congreso, los gremios y los medios, le basta. Aun así, hubiera podido buscar un candidato que lograra un consenso importante en el Senado, quizás una mujer que garantizara autonomía e independencia como lo hizo con las ternas para la Fiscalía y la Defensoría del Pueblo; pero todo indica que no la encontró, y prefirió irse por el candidato que asegurara un triunfo, y ese fue Eljach, Secretario General del Congreso por doce años, cercano a todos los partidos políticos y sin mayores credenciales académicas o de servicio público para ocupar el cargo.
Eljach obtuvo 95 votos, es decir, todos los partidos políticos lo apoyaron, incluidos los de Cambio Radical, que debían apoyar a Henao o a Varón, lo que demuestra el poco control de Vargas Lleras sobre la bancada parlamentaria. Y ahí es cuando puede verse esta elección como un punto de partida para el famoso acuerdo nacional, un mensaje que debería leer bien el presidente, pues todos los sectores políticos apoyaron su candidato; claro, también era el candidato del Congreso, y en eso no nos podemos equivocar, esta jugada desdice de lo que se espera de un proyecto político que busca, entre otras cosas, cambiar las prácticas políticas.
No sé si Eljach vaya a hacer una buena procuraduría, independiente y sin agenda política. Quien llega allí es alguien que está metido en el juego de la política, no en el de la función pública; ojalá lo entienda, cambie el chip, se rodeé de gente idónea y no termine dando la razón a quienes pensamos que terminará pagando favores a quienes lo eligieron, entre otras cosas, porque para eso lo eligieron.
Dicho esto, es necesario sentarse a pensar en qué hacer con la Procuraduría. Margarita Cabello y el gobierno de Iván Duque perdieron la oportunidad de hacer una reforma que atendiera los lineamientos de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, y el gobierno de Gustavo Petro tampoco ha querido ocuparse del tema, y eso que tuvo un ministro de Justicia que tenía el conocimiento y el capital político necesario para promover una reforma a fondo.
La Procuraduría debe ser objeto de una reingeniería radical para que pueda servir de instrumento de lucha contra la corrupción. Debe ser una entidad con capacidad técnica e independencia para instruir casos de corrupción administrativa y llevar las acusaciones ante los jueces penales, que son quienes pueden tomar las sanciones correspondientes por los hechos más graves contra todos los servidores públicos, incluidos los de elección popular.
El consenso alrededor de Eljach puede ser el punto de partida para pensar una nueva Procuraduría y, de esa manera, este pulso político que gana el Gobierno –pero que deja un mal sabor la forma como se dio– puede terminar en algo mejor que lo que tenemos, una entidad al servicio de la clase política que elige al procurador –al igual que el contralor–, diseño institucional que hace imposible que cumpla su labor con eficacia e independencia, y que da la razón a quienes aconsejan suprimirla.
