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Buenos y malos

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Jorge Iván Cuervo R.
07 de marzo de 2014 - 04:00 a. m.
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Cada vez que se realizan elecciones para Congreso vuelve la discusión sobre si Colombia es un montón de gente buena gobernada por una cantidad de gente mala, y entre los más malos están precisamente los congresistas.

Esta es sin duda una simplificación de nuestra realidad política que compran fácilmente aquellos “nuevos políticos” que piden su voto para, esta vez sí, derrotar las maquinarias de la corrupción y el clientelismo. Quienes deseamos un país mejor nos ilusionamos con votar por esas personas que no están contaminadas de la política tradicional y van a ayudar a sanear al país.

Esta es una vana ilusión, no solamente porque la realidad social es mucho más compleja  -no es en blanco y negro- , y además porque parte de una premisa equivocada, según la cual, el sistema político aún determina la vida colectiva, y la actuación del elector es fundamental para darle sentido y coherencia, en una suerte de racionalidad política que se activa cada cuatro años.

La participación del elector en los sistemas electorales es tan marginal en lo que será el comportamiento del sistema político que el poder del voto ha dejado de ser un acto de virtud para hacer parte de manera definitiva de la microeconomía electoral, la cual se ha sofisticado hasta el punto de saber con certeza cuánto cuesta hoy un voto para Cámara y Senado en cada municipio de Colombia. Los políticos tradicionales no se desgastan en grandes discursos ideológicos, reducen sus costos y prefieren asegurar su clientela con las redes de intercambio y beneficios concretos al elector que, en general, para Congreso vota sin ideología, acaso con la esperanza de que alguien sea su voz allí donde se deciden las leyes.

Votar por fuera de esa lógica entonces termina siendo un acto de fe y de compromiso democrático, ya no por partidos ni ideas sino por personas, dada la fragmentación que introduce la figura del voto preferente. Los votantes del Centro Democrático votarán porque allí está Uribe, porque él les ha prometido regresar al pasado y oponerse con todo a la paz de Santos. Para neutralizar el efecto Uribe, el partido Liberal puso a Serpa, que es como devolverse en la historia, y el Polo sigue apostando con Robledo a oponerse a todo lo que proponga el gobierno. Pero en esencia ningún partido nos propone ni un Estado ni una sociedad mejores. En ese orden de ideas, el partido Conservador va por sus puestos, el Mira por sus (de) votos, el Partido Verde, la U y Cambio Radical van por el umbral,  y Opción Ciudadana, el PIN reciclado, nos indica que habrá poca renovación política, máxime si se advierte que cerca de 130 candidatos con algún vínculo con organizaciones ilegales aspiran a llegar al Congreso, tal y como lo denunció la Fundación Paz y Reconciliación http://www.pares.com.co/

En medio de esa vana ilusión que supone votar bien para Congreso, considero necesario votar – no en blanco, eso dejémoslo para las presidenciales- por aquellas personas que puedan hacer contrapeso al uribismo con ideas y debates e impedir que sus ideas reaccionarias sean las que determinen la agenda del posconflicto.

Se corre un alto riesgo de que el Centro Democrático se convierta en una minoría obstruccionista al estilo del Tea Party en los Estados Unidos, capaz de hacernos retroceder en los pocos logros de democracia, garantía de derechos y pluralismo que se han logrado con la Constitución de 1991. Busquen esos candidatos que están en algunos partidos y voten por ellos. En democracia, si no se puede avanzar, mejor no retroceder.

@cuervoji

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